jueves, 12 de junio de 2014

Graduación de 2º de Bachillerato: Discurso de los alumnos

De izquierda a derecha, de pie, Nieves, Andrea, Laura y Raúl, alumnos de 2º de Bachillerato.

A continuación reproducimos el discurso que pronunciaron los alumnos Andrea Moro (2ºAB), Raúl Prieto (2ºBB), Laura Martín (2ºCB) y Nieves Corrales (2ºDB) en la fiesta de graduación de 2º de Bachillerato celebrada el pasado 30 de mayo. Además de grandes alumnos, como podéis comprobar, contamos con sobresalientes oradores. ¡Gracias por compartir vuestras hermosas palabras!
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Buenas tardes y bienvenidos, profesores, familiares y compañeros. 
Ante todo queremos daros las gracias por venir y compartir con nosotros este momento tan especial y esperado. 

Gracias profesores por tanta paciencia, por tanta comprensión, por los conocimientos que nos habéis enseñado, sin limitarnos a los que está en los libros de texto, sino también, a esos que se aprenden días a días y nos forman como personas.
Gracias a los que están desde siempre con nosotros, a los que no se eligen, la familia. Gracias por el apoyo incondicional, por ser ese hombro sobre el que podemos llorar, por ser la mano firme que nos señala el camino que nos conviene, y la mano cariñosa que nos ha curado las heridas provocadas por los errores. Gracias por dejaros la piel en conseguir lo mejor para nosotros, por intentar, cueste lo que cueste, que seamos felices. Gracias por ser unos ejemplos, nuestros profesores particulares en esto de vivir.

Gracias a los compañeros. A esas personas que mejor saben lo que hemos sentido, porque han estado sufriendo en su propia piel lo mismo que nosotros. Porque al fin y al cabo, tanto profesores como padres son adultos, han experimentado, han alcanzado logros y han cometido errores. Ellos nos llevan la ventaja de la experiencia y aunque nos apoyan y ayudan somos nosotros lo que ahora debemos experimentar, alcanzar logros y cometer errores. Gracias por ser esa cara amiga que a las ocho y media de la mañana te saluda con una sonrisa, aunque en los ojos aún se pudieran apreciar el cansancio y el sueño. Gracias por las risas. Gracias a esas personas que de compañeros de clase se han convertido en verdaderos amigos.

Gracias, de verdad, a todos vosotros por ser parte de esta importante etapa. Esta etapa que cerramos hoy con esta graduación que celebramos como una gran fiesta y un gran triunfo.

El verano de 2008, nos dijeron que éramos mayores, que ya no volveríamos al colegio y empezaríamos a ir al instituto. Nosotros, ilusionamos, nos creímos lo de que éramos mayores y ese septiembre empezamos una nueva etapa. El primer día de clase todo eran nervios, emoción y ganas. Nos asignaron una clase y unos compañeros que no eran los mismos de siempre. Esto nos entristecía, pero también los alegraba la oportunidad de hacer nuevos amigos. Hacer amigos siempre está bien, pero dejar atrás a los antiguos es difícil. Ese día aprendimos la primera lección: Hay momentos en los que tomamos caminos diferentes a los que toman nuestros amigos, o personas queridas, pero en nosotros está la posibilidad de mantenerlos en nuestras vidas.
Durante el primer ciclo nos adaptábamos como podíamos al instituto y al cambio que suponía para nosotros eso de ser mayores, porque si lo pensamos detenidamente, en realidad, no éramos tan mayores. En esta etapa llegó el primer sobresaliente, pero también el primer suspenso. Aprendimos entonces la segunda lección: No siempre podemos conseguir lo que queremos, pero siempre hay que intentarlo.

Salimos adelante con nuestro esfuerzo, con la ayuda de los profesores y el apoyo de nuestros padres. Al final de esta etapa ya teníamos nuestro grupo de amigos, nuestra buena relación con los compañeros y, ¿por qué no?, algún amigo o amiga que queríamos tener aún más cerca.

En 2010, empezaríamos la etapa dura de la ESO. Empezamos a dar asignaturas nuevas que nos haría tomar decisiones de cara al futuro, o, ¿por qué no decirlo?, no teníamos ni idea de qué era el futuro. Ahora ya estábamos acostumbrados a no tener siempre los mismos compañeros de clase, pero más o menos ya nos conocíamos todos. Hubo gente que dejó el instituto y tuvimos que poner en marcha la primera lección y desde ese momento, esa lección no la hemos podido ni olvidar ni dejar de poner en marcha.

Las clases eran cada vez más difíciles y aprendimos la tercera lección: no hay nada que sea fácil. Pero todos conseguimos pasar y dirigirnos a lo que sería la última etapa, por lo que a la tercera lección se le añadió un apartado: No hay nada que sea fácil, pero tampoco hay nada imposible.

Nosotros oíamos a nuestros profesores decir que ya éramos mayorcitos y a nuestros padres decir que no lo éramos. Y en el fondo, ni una cosa, ni la otra. Los profesores nos decían eso sabiendo que ya tendríamos que tener en cuenta que cada vez estábamos más cerca de dejar de ser unos niños, pero nuestros padres nos decían que no podíamos dejar de serlos aún. Descubrimos ahora, echando la vista atrás, la cuarta lección: Madurar y ser adulto, o niño, no depende de los años.

A la mitad del segundo ciclo nos dijeron que era la hora de elegir, de tomar la decisión que encauzaría nuestro futuro. ¿Ciencias o humanidades?

Esperando haber tomado la decisión adecuada empezamos el último curso de la ESO, en el que ya podíamos ver como la presión aumentaba. Aprendimos así la quinta lección: Las decisiones que tomamos en el presente dominarán nuestro futuro.

En 2012, horror pavor, empezamos bachillerato. Sin duda todos estaremos de acuerdo en que esta última etapa ha sido la más difícil y no sabemos si es porque la tenemos mucho más reciente, pero también es la que más nos ha marcado. Ahora, alea iacta est, ya habíamos elegido modalidad y entorno a eso giraría nuestro bachillerato y nuestro futuro.

Habíamos dejado gente atrás, porque no todos no habíamos decidido por hacer bachillerato. Por primera vez no era obligatorio estar en el instituto y nuestro director había insistido mucho en eso cuando empezamos: “Estáis aquí porque queréis. Nadie os obliga a estar aquí”. Y era completamente cierto. Y no solo eso, sino que ahora había cambiado el motivo por el que estudiar. Antes, en la ESO, se estudiaba para pasar de curso y, seamos sinceros, para evitar una bronca o un castigo en casa, pero en bachillerato se estudia para alcanzar un propósito, una meta, una nota: la media. La temida media que hoy, con un pie en PAU y otro casi en la universidad, aún nos atormenta.

Ahora, lo fuéramos o no, era totalmente necesario comportarnos como mayores con responsabilidad, compromiso y esfuerzo. Aprendimos la sexta lección: Somos nosotros los que debemos labrar nuestro futuro con nuestros logros propios.

Durante este ciclo aumentó la empatía y el compañerismo, a pesar de de la gente nueva que había venido de otros institutos. Podemos decir, y no es mentira, que quizá académicamente no tenemos notazas, pero a nivel personas, mención honorífica.

Llegó 2º, el ¡Oh Dios, 2º!, y con él llegaron los primeros agobios, los primeros suspensos, los primeros llantos, las primeras visitas de la ambulancia y los primeros “Yo no voy a poder con esto”. Pero sería injusto no decir que con 2º, el ¡Oh Dios, 2º! También llegaron las risas, los “que orgullosos estamos de ti”, los abrazos y los “seguro que tú puedes”.

Aprendimos la séptima lección: Vivimos en una especie de noria que nos hace subir, para luego bajar, pero no podemos olvidar, cuando estemos abajo, que volverá a subir.

Seguro que cada uno tiene su recuerdo favorito de su paso por el instituto, pero nos gustaría comentar entre todos, ciertos momentos que seguro recordaréis:

¿Quién no se acuerda de Pablo Baena cantando en clase de historia canciones como “Trágala perro”?

¿Quién no ha intentado desahogarse del agobio de los exámenes por Twitter y ha recibido un mensaje de ánimo de Ángel Nebreda y uno de sus videos?

¿Quién no se acuerda de las clases de música con el torbellino y terremoto y tornado Inés? Esas clases tan motivadoras repartiendo chicles que siempre nos animaban.

¿Y cómo no hablar de las clases en grupo con Estrella? Esas tan eficientes, efectivas y emotivas que apunto de positivos nos tenían ganados.

¿Quién no ha cotilleado sobre ligoteos con Begoña?

¿Quién no se acuerda de las clases de educación física con mamá Esther y los “Armando, pásate la bola”? ¿Y qué nos decís de aquellos videos de nuestros bailes que siempre nos prometieron y que todavía estamos esperando?

¿Quién podrá olvidar los bocatas de tortilla de Manoli?

¿Y cuando íbamos de excursión al cine a ver Gran Torino, Up, Crepúsculo y todas las demás?

¿Y quién no se acuerda de los cumpleaños feliz con Isabel, que nos ayudaban a sonreír en nuestro día a pesar de este desastroso curso?

¿Y quién no se acuerda de cuando le cantábamos el cumpleaños feliz a José Manuel todos los viernes? Ese entrañable profesor que nos sobornaba con un aprobado a cambio de un jamón de bellota.

¿Y quién no se acuerda del último día de primero de bachillerato cuando fuimos en pijama?

¿Quién no se ha hecho una quemadura con la pistola del pegamento del taller?

¿Quién no va a tener siempre como recuerdo el paseo literario por Madrid de Luces de Bohemia y todas esas carreras, risas y cuidados de nuestras mamás-profes Vanessa y Beatriz?

¿Y quién olvidará las gafas-diadema de Raquel Muños, y todas las veces en las que se le han caído mientras explicaba?

¿Y cómo no acordarse de los crueles, terribles, horrorosos y espantosos exámenes tipo test de José valiente?

Nosotros sin duda, nunca olvidaremos las excursiones, salidas y, en general, todo lo que hemos hecho fuera del instituto, pero especialmente nos quedamos con el viaje a Andorra y a Italia. Y queremos agradecer a Esther, Armando, Begoña, Isabel y Beatriz, que nos acompañaron, nos cuidaron e hicieron que estos viajes fueran inolvidables.

Y para terminar, recordar a aquellos compañeros que se han quedado en el camino pero que siempre quedarán en nuestra memoria. También desear mucha suerte en esta nueva etapa que comienza a nuestros compañeros, amigos y a aquellos que se han convertido en mucho más que amigos.

Porque aún no sabemos si entre nosotros están los mejores científicos. Excepcionales economistas y grandes literatos, pero podemos estar seguros que hoy se gradúan grandes personas.

Os queremos desear mucha suerte y que no cambien las cosas buenas de las que estáis construidos. Nunca olvidéis este lugar, que al fin y al cabo os ha hecho ser lo que sois y también, lo que seréis. Y nunca nos olvidéis a nosotros, vuestros compañeros, aunque a estas alturas, más que simples compañeros nos podemos llamar amigos.

Profesores, de verdad esperamos que sigáis enseñando y formando tan bien como habéis sabido hacer hasta ahora y podéis estar orgullosos de los que hacéis y transmitís.

Y a vosotros padres, no nos queda otra que deciros que sois los mejores, que os queremos y que gracias por ser como sois y por todo lo que hacéis.

Esperamos seguir manteniendo esta relación tan bonita que hemos conseguido. Equivocaros mucho y aprended de ellos. Sed felices y haces lo que os guste y vuestro corazón os guie.

Muchas gracias a todos.

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