domingo, 28 de mayo de 2017

Graduación 2º de Bachillerato y ciclos: discurso de los tutores



A continuación se reproduce el emotivo discurso que pronunció Beatriz del Río, tutora de 2ºEB, en la ceremonia de graduación que se celebró el pasado 26 de mayo
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Buenas tardes, familias, amigos, compañeros. Y, especialmente, buenas tardes a vosotros, alumnas y alumnos de 2º de Bachillerato.

Bienvenidos todos a esta fiesta de graduación, una emocionante tarde del mes de mayo que pone fin a vuestro intenso y singular 2º de Bachillerato y que me encuentra, de nuevo, sorprendida ante el repetido milagro del itinerario de la vida.

Hace unas semanas, mientras corregía unos exámenes de la última lectura del curso, escuchaba una entrevista en la radio. El entrevistado no era alguien popular; pero, desde luego, era un deportista digno de serlo por su capacidad de superación. Este chico, postrado en una silla de ruedas tras un desafortunado accidente, respondió con un rotundo ‘la vida empuja’ ante la incredulidad del entrevistador por sus logros personales y deportivos. ‘La vida empuja’, pensé… ‘como un aullido interminable’ completé en silencio recordando los versos que José Agustín Goytisolo dedicara a su hija Julia.

No encuentro mejor reflexión para ofreceros en estos minutos.

La vida nos empuja. Así nacemos, empujando; y parece que a empellones saltamos de una etapa a otra sin tregua. Convertirse en adulto, que ahora se me antoja una mutación súbita y fulminante, es un proceso lento tan necesario como doloroso, sorprendente, aterrador y bello. Es un maratón en que lleváis inmersos años y del que hemos sido cómplices, con mayor o menor acierto, los que hoy compartimos este día con vosotros. Y así, la vida os empuja a abandonar la minoría de edad y os exige elegir, apartar y seleccionar todo aquello que forjará recuerdos únicos de una existencia singular e inmutable.

Pero, tranquilos, no voy a pediros que os bajéis de los tacones o que os aflojéis las corbatas porque ha llegado el momento de empezar a andar. No. Os habéis puesto vuestras mejores galas para daros y darnos un homenaje y, por eso, vamos a detenernos un instante en el descansillo de la memoria y saborear los años vividos en el instituto.

Este centro y sus más de cuatro paredes encierran ya vuestras alegrías y pesares, confidencias y murmuraciones, peleas y reconciliaciones… recuerdos inolvidables que os pertenecen pero que acrecientan también nuestro tesoro particular, aquel que va formando la imagen del IES Villa de Valdemoro: desde los miedos de aquellos que dabais los primeros pasos en la enseñanza secundaria y venías a un espacio enorme y desconocido en 1º de ESO, hasta aquellos otros que os incorporasteis en el bachillerato colmados de esperanzas y, tal vez, temores por no encajar en grupos ya formados en etapas anteriores.

Pero es quizás 2º de Bachillerato el curso en el que se concentran mayor número de inquietudes y sentimientos. Lo iniciamos con un cambio que os costó asumir: el aula materia. Las primeras semanas de septiembre todo fueron quejas, empujones en los pasillos, algún que otro despiste entre pabellones… finalmente vino la calma y todos acabasteis aceptando, incluso agradeciendo, aquellos paseos entre clase y clase.

Ese no fue el único cambio al que tuvisteis y tuvimos que enfrentarnos. La incertidumbre sobre la selectividad se mantuvo durante meses, hasta que le pusieron fecha y nombre, EVAU; y comprobamos que, en lo esencial, todo seguía igual.

Por lo demás, en todos vosotros quedarán los momentos de ansiedad y angustia por no poder con algunas materias; y el apoyo constante de Ángel, con consejos en el despacho, bombones de la suerte o ánimos en Twitter… porque …‘Todos tenemos un Ángel Nebreda’, tal y como reza una pequeña pintada en la corchera del aula C.1.8.

En mi memoria se quedan también mil anécdotas de clases y pasillos: los momentos ‘Iturralde’ con sus preguntas insólitas, las pocas ganas de Jaime para trasladar los ejercicios de su mente al papel; Andrea, con sus lecturas dramatizadas; Isabel, con sus relatos, Unai con su poesía; aquel divertido grupo que, con más voluntad que acierto, cantó por Cervantes al mal son de una pandereta el día del libro. Rosa, colaborando con su arte en la realización de carteles. El entusiasmo de Lucía, de Álex, de Saúl o de Carmen; la sonrisa de Natalia, las figuras de origami de Jia, el tesón de Silvia… ¡En fin! semblanzas de cada uno de vosotros que conformáis una nueva y particular generación.

Ahora sí… ahora sí va llegando el momento de que echéis a andar; que os quitéis los ropajes que os han cubierto y protegido durante esta larga primavera de la adolescencia; y estrenéis ropa nueva que facilite sin lastres el breve camino que os queda hasta la adultez.



Todos los que llevamos instalados en el mundo adulto algún tiempo, hemos necesitado años y experiencias para saber que parte de la felicidad reside en nuestra propia lucidez: descubrir nuestras aptitudes, reconocer nuestros límites y aceptar nuestras peculiaridades; por eso, vuestros padres y vuestros profesores hemos intentado daros las herramientas necesarias para que, con libertad, consigáis perfeccionar virtudes, superar limitaciones y pulir ciertas sombras…



Pero el camino hacia esa añorada felicidad necesita de vuestra acción, de vuestra curiosidad, de vuestra valentía.

Sapere aude! ¡Atrévete a saber! ¡Atreveos a saber!

Sed curiosos, buscad la lucidez.

Tomo prestados, para terminar, unos versos de Eloy Sánchez Rosillo que nos recuerdan que en la senda de la dicha se combinan luces y sombras.



Que la vida acostumbre

a ponernos el mundo del revés,

a golpearnos y zarandearnos,

o a sonreírnos mientras nos conforta,

es algo propio de ella, y en el fondo

hemos de agradecérselo.

Tan solo en el deseo o el temor

de esa rara alternancia

desigual y azarosa

lograremos ser nosotros, caminar,

y hallar la rosa o el abismo,

la noche negra, el alba repentina.

En la seguridad sin amenaza

no hay movimiento, no hay respiración,

risa o gemido, y en el pecho yace

una quietud que en mucho

a la muerte se iguala.

La intemperie es la casa verdadera,

abierta por completo y para siempre

a lo posible y lo imposible,

a las cosas del hombre,

con su fascinación y sus espantos,

con todo su dolor

y toda su alegría.


¡Muchas gracias y la mejor de las suertes!

martes, 16 de mayo de 2017

DÍA DEL LIBRO 2017. POEMAS GANADORES.

Hola a todas y todos.
Como sabéis este año hemos dedicado las actividades del día del libro a dos grandes escritores de los que se conmemora el primer centenario de su nacimiento: el mexicano Juan Rulfo y la madrileña Gloria Fuertes.
Los alumnos debían inspirarse  en este poema de Gloria Fuertes o en esta cita de Pedro Páramo, obra de Juan Rulfo.
Poema de Gloria Fuertes
Cita de Pedro Páramo
Gracias, amor.
Gracias, amor
Por tu imbécil comportamiento.
Me hiciste saber que no era verdad eso de
‘poesía eres tú’
Poesía, poesía soy yo.

‘Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces… Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar’.

                                                                          1-      Alumnos de 1º y 2º de ESO: premio otorgado al poema Aire y sol de Anna Alejandro Maldonado de 1º C de ESO, accésit para Princesa de cuento de Marina Medina Galdeano de 2º A ESO.

Alejandro Maldonado de 1º C de ESO
AIRE Y SOL

Hay aire y sol
 y todos tenemos que disfrutarlos,
si nos dejan,
si nos lo permiten,
si no ha alguien que lo impide.

Hay aire y sol
 y yo los siento
porque soy libre,
aunque esa sensación no la tienen todos,
 no se lo permiten, lo les dejan.

Sí, habrá un día
en el que se pueda ver el cielo soleado,
en el que se puedan ver esas nubes, en el que, sí, haya esa esperanza,
en el que mejore el mundo.
Sí, habrá un día
en el que haya ¡esperanza por vivir!

Princesa de cuento de Marina Medina Galdeano de 2º A ESO.

Soy princesa de un cuento sin rumbo,
de un beso y un abrazo olvidado,
de un corazón negro y abandonado,
de un para siempre lejano y
de miles de promesas sin destinatario.

Necesito salir de este abismo,
de romper las cadenas de ahogo,
de decidir sola mi camino.

Necesito un amor verdadero,
de esos que se celebran cada febrero.
¡Pero qué digo!
Acabaré cerrando este cuento,
seré reina y lo volveré a escribir de nuevo.



                                                                          2-      Alumnos de 3º, 4º y Bachillerato: premio otorgado al poema de Unai Ferrer García, alumno de 2º B de Bachillerato; accésit para el poema de Juan José Gutiérrez Castro, alumno de 1º A de Bachillerato.

Unai Ferrer García, alumno de 2º B de Bachillerato
Jamás debí dejar que respiraras de mi boca.
Nunca debiste perderte en cada rincón de mi cuerpo.
Pero eras arte.
Y yo poeta.
¿Qué escritor en su sano juicio rechazaría al mismo Apolo?
La primera noche. Una habitación por horas.
Chupitos de algo barato. Besos con algo de verdad.
Y me escribiste poemas de cerezos en flor sobre la espalda.
Y lloramos sonetos desnudos mientras las noches pasaban.
Otra más:                    Me versaste el cuello y rimamos en consonante.
Otra más:                    La luna suspiró plata sobre nuestras sábanas.
Y el tiempo pasaba, con cada segundo un nuevo “quizás” crecía entre nosotros.
Una cena  con velas (un quizás)
Una película en mi sofá (otro quizás)
Paseos por el parque hasta que el Sol se cansaba de nosotros (más y más quizás)
Nunca se nos secaba la poesía.
La inspiración vivía en tus iris.
Y después de un año de primavera.
Después de que las golondrinas volvieran a casa.
            Después de prometernos cielos y estrellas…Acabó
Nos rompimos.
                        Caíamos y caíamos
Nuestro Érase una vez se marchitó.
Me ahogaste cuando sabías que nunca aprendí a nadar.
No entendía el porqué.
No éramos perfectos.
Pero éramos la más perfecta imperfección.
Lo nuestro nunca habría sido comparable a aquellos amantes de Verona… pero era nuestro.
Y éramos libres.
Te fuiste…
Y contigo la poesía
Y contigo la música
Y contigo todo.
No entendía los versos sin ti, sin esos labios de rayo de Luna.
Sin esos ojos caoba y ese pelo que huía de  la ley.
La lástima se aposentó en mis ojos.
Las ojeras se quedaron dormidas en mi cara
Y el ruiseñor ya no cantaba
                        Caí…
                        Caí…
Y me elevé.
Descubrí que el Sol seguía saliendo
Que el viento seguía cantando
Que las rosas florecían
Y que no hacía falta rima para escribir poesía.
Me rompiste, pero pude construirme mejor.
Mi cal se convirtió en arena
Mis playas engulleron tu isla
Mis sonetos te olvidaron                                           Mi tinta nunca más te soñó,
Espero que leas estas palabras
Para que de una vez te enteres de que, cariño:
                                                Ahora la poesía soy YO.

Juan José Gutiérrez Castro, alumno de 1º A de Bachillerato.

Versos entre raíces

¿Acaso se agradece
la aguja que atraviesa
y que clava los hilos
en la madera,
que desata los cerrojos
del nostálgico papel con tinta?

Dime, ¿dónde estamos?
Cantando con susurros
por los descampados,
donde aún florecen
primaveras, otoños,
 inviernos y veranos.

Dime, ¿a quién cantamos?
A los árboles de piedra,
que rígidos se levantan sobre la arcilla.
A la pequeña niña,
que todavía sosteniendo
el racimo de porcelana se arrodilla.

Dime, ¿quiénes somos?
No seas ingenuo, amigo mío,
pues hombres y mujeres no existen,
sino versos entre raíces.

DÍA DEL LIBRO 2017. RELATOS GANADORES. 3º, 4º de ESO y Bachillerato.

Hola a todas y todos.
Como sabéis este año hemos dedicado las actividades del día del libro a dos grandes escritores de los que se conmemora el primer centenario de su nacimiento: el mexicano Juan Rulfo y la madrileña Gloria Fuertes.
Para el concurso de relatos, los alumnos de 3º, 4º de ESO, Bachillerato y Ciclos Formativos debían incluir en sus historias una de estas citas  de Pedro Páramo de Juan Rulfo. :

-          “Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado…”
-          “Sentí el retrato de mi madre guardado en la bolsa de la camisa, calentándome el corazón, como si ella también sudara. Era un retrato viejo, carcomido en los bordes: pero fue el único que conocí de ella. Me lo había encontrado en el armario de la cocina, dentro de una cazuela llena de yerbas”.
-          “Era la hora en que los niños juegan en las calles de todos los pueblos, llenando con sus gritos la tarde. Cuando aún las paredes negras reflejan la luz amarilla del sol”.


Relato ganador: Enséñame a reír de Isabel Alegre Arance, de 2ºA de Bachillerato.
Isabel Alegre recibe el premio de manos de su profesora de Lengua, Julia Morillo.

Era la hora en que los niños juegan en las calles de todos los pueblos, llenando con sus gritos la tarde. Cuando aún las paredes negras reflejan la luz amarilla del sol que entra por el hueco de la ventana.  Escondido entre las sombras, con las cortinas medio corridas, se asoman un par de ojos entre la fina línea por la que se deja ver el exterior. Unos ojos grises, tristes, solitarios, jóvenes. Muy jóvenes. Demasiado jóvenes para sentir tristeza. Abre un poco más las cortinas. Un chaval, jugando al fútbol, pasa persiguiendo un balón seguido por aún más niños. Agarra las cortinas con fuerza, sus nudillos, de un color blanquecino, marcan su pequeña mano de impaciencia; junto a una alargada cicatriz reciente que recorre el dorso de esta. Se mira la mano, recordando algo. Inspira  lentamente, y vuelve a meterse en la oscuridad de su pequeña casa, sumida en un terrible silencio.
De vez en cuando pensaba que era un vampiro. Si no, ¿por qué nadie jugaba con él? Era obvio, porque era un vampiro y el resto le tenían miedo. Por eso su madre, una mujer demasiado alta, a la que la enfermedad se le marcaba en forma de huesos, no le dejaba salir. Por eso no jugaba, por eso no iba a la escuela, por eso no sabía reír.
No, no sabía muchas cosas, no sabía por qué el cielo era azul; no sabía cómo iba a clavarse las tijeras si corría; no sabía montar en bicicleta ni hacer una voltereta doble hacia atrás. Pero él en realidad no quería saber nada de eso. Él quería saber reír. Solía mirar por la ventana para oír ese sonido. Era todo un misterio para él. Parecía producirlo algo que é no conocía. ¿Por qué reían cuando alguien caía al suelo? ¿Por qué cuando uno de ellos decía algo con una mueca extraña en la boca? ¿Por qué reían al mirarse mucho rato? ¿Por qué sonaba así la risa? ¿Por qué reír? ¿Por qué él no podía reír? Tras nueve años, no le intrigaba el sonido de los pájaros o el de un instrumento. A él le intrigaba el sonido de la risa. Porque su madre no reía de la misma manera. Ella reía como si supiese algo que él no. Algo más que cómo reír. Exactamente como las brujas malvadas de las películas que reían a escondidas en la tele.
Tenía, necesitaba saber cómo era reírse por qué la gente se reía, por qué él no podía reírse. Así que, ¿por dónde  empezaría? A lo mejor debía preguntarle a su madre. Pero… a su madre no le gustaban las preguntas, fuese cual  fuese. ¿Qué pasaría si salía de casa un momento y preguntaba a los niños? Pero entonces, como era un vampiro, la luz de la tarde le quemaría la piel. O le daría un brillo muy extraño que seguro no le gustaba a nadie. Si esperaba a la noche, los niños volverían a sus casas. Estaba atrabajo en aquella casa. Su madre parecía la única opción válida… Así que empieza a subir las escaleras que llevan a la habitación donde solía confinarse su madre. Misteriosamente, las escaleras crujen ante su leve peso. Se oye la tos seca de su madre y el sonido baja corriendo a encontrarse con los atemorizados oídos del chico. Vuelve a inspirar con fuerza. Por fin, sube el resto de las escaleras. Pensando que si recorría rápido ese tramo, se le iría el miedo. Los vampiros no tienen miedo. Tras unos breves momentos de duda, pasa el umbral de la habitación en penumbra.
-Madre…- se oye débilmente, en un hilo de voz.
Los ojos de la mujer viajan rápidamente de un viejo libro a la menuda figura del niño.
-¿Qué te pasa?- pregunta con brusquedad su madre, con los claros ojos fijos en aquella temblorosa masa de huesos.
- Enséñame a reír, por favor.
Y su madre, ante la petición del débil chico, ríe. Pero sigue sin ser la risa que el niño quiere aprender. Solo recibe una carcajada fría, maliciosa, burlona, de bruja.
Y pensó el niño que, seguramente, esa era la única manera de reír.

Accésit a Lucía Romero Fernández, de 2º E de Bachillerato
 
Lucía e Isabel, exhiben sus premios. 
        “Cuídalo”, me dijo mi madre, con una sonrisa. “Te tiene que durar hasta que seas mayor”.
        Mientras iba camino de mi habitación, haciendo cuentas mentales para saber cuánto quedaba exactamente para que me hiciera “mayor”, asentí con la cabeza y le juré a mi madre, pálida y cansada, que lo trataría como si fuera de oro. Pero no pensé en cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto ocmencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Lápiz.
                       Tenía la piel clara, era delgado, pero robusto, y su voz invitaba a ser feliz. Me inspiraba. Me inspiraban todas las cosas que iba a poder hacer con alguien como Lápiz. Yo, a mis tiernos nueve años, dejé que me llevara por ríos, caminos, escondites donde no solo todo es posible, sino que todo es bello.
Me enseñó a creer, a crear. Me enseñó que el amor es la mano y él el cincel con el que debía dejar constancia, en piedra: fuerte y eterna, de ese mundo que era mi alma. Mi mano, aún torpe, pincelaba palabras que no tenían sentido, sino que lo daban; me lo daban. Pues el arte son los artistas y las palabras, sin propósito, no son nada.
El sonido de Lápiz en el papel creaba una melodía hipnótica, cuya partitura traducía yo a palabras, verdaderas, y tan mías que tenía miedo de dejarlas escapar con tanta fuerza que me quedara vacía. Una carcasa de persona sin nada que decir, ni nada que pensar, ni nada que soñar.
Este temor se desvaneció al percatarme de que mis palabras soy yo, mi mente, mi cuerpo; soy una fuente eterna de eternas letras. No me estaba vaciando. Me estaba liberando. Lápiz es una extensión de mí, una idea solidificada, un pensamiento hecho materia.
Y esta soy yo. En este papel, en esta tinta; soy yo.


Accésit al relato de Lucía Prados Gómez de 3ºB ESO.
Lucía recibe el premio de manos de su profesora, Carmen Lamora.

Después del banquete que habían celebrado en el hotel decidí irme a dormir. En estos días de vacaciones, entre unas cosas y otras, había conseguido dormir muy poco así que debía aprovechar la única noche libre que tenía para descansar.
Como todo el mundo estaba en la fiesta no se oía ni una mosca en la zona de habitaciones, cosa que me inquietaba. Miré por la ventana; no había absolutamente nadie en los alrededores del pueblo. Me quité el reloj y lo dejé encima de la mesita de noche, al lado de mi cuaderno de viajes.
Miré el cuaderno y abrí la primera página, notaba algo raro en él. Le di cuidadosamente la vuelta a la contraportada y vi un extraño dibujo en la esquina inferior izquierda.
Era una especie de flor, con los pétalos alargados y puntiagudos. Di por hecho que el dibujo había sido obra de mi hermana ya que siempre le encanta toquetear todas mis cosas, así que no le di mucha importancia y me acosté.
Al día siguiente, mi familia decidió ir a visitar el pueblo y hacer una ruta turística por el bosque y el río próximo. Estuvimos toda la mañana echando fotos y andando, y decidimos pararnos a almorzar al lado de la cascada donde nacía el río. El bosque era bonito la verdad, pero no había mucho que hacer así que me recosté en un viejo tronco caído y empecé a mirar a los alrededores. Mientras, escuchaba de fondo al guía de la ruta: ‘Cuenta la leyenda que por este bosque había una aldea de pastores que un día, por una extraña razón, desapareció del mapa. Nadie sabía el porqué o el cómo de aquella situación, pero sencillamente se volatilizó. Lo único que se conserva de ella es la torre del campanario que pueden ver a la derecha. También dicen que dentro de la campana se encuentra la historia de la ciudad grabada con dibujos…’
Estaba anocheciendo, era la hora en que los niños juegan en las calles de todos los pueblos, llenando con sus gritos la tarde. Cuando aún las paredes negras reflejan la luz amarilla del sol. Me levanté del tronco cuidadosamente y noté un pinchazo en la mano. Al parecer me había clavado una ramita del tronco que sobresalía, no era mucho, pero tenía un arañazo en la palma de la mano. La instructora me dijo que fuera al edificio del botiquín, una pequeña casita situada al lado del campanario. Llamé a la puerta pero nadie contestaba, ¿qué clase de profesionalidad era esta? Me senté en el poyete que había al lado y miré el campanario de arriba abajo, estaba medio destrozado. De repente, mis ojos se pararon en la puerta inexistente. Las tentaciones de entrar eran demasiado grandes, así que me fui aproximando poco a poco hasta asomar la cabeza por el agujero de la puerta. Allí dentro no había nada, simplemente plantas y malas hierbas que habían ido creciendo con el paso del tiempo.
Decidí irme de allí, y caí en la conclusión de que todas esas historias eran una farsa, solo trucos para atraer a los turistas. Me fui aproximando al poyete de antes y me paré a mirarlo de nuevo. Había una especie de moneda, con un bonito dibujo grabado. Entonces caí, era el mismo signo del cuaderno de la noche anterior. Y, ¿qué significaba ese signo? Pues a día de hoy, después de más de treinta años sigo sin saberlo. Sigo guardando el cuaderno y la moneda, aunque no he encontrado forma de averiguarlo. Pero, ¿eso es lo bonito de los misterios, no?

DÍA DEL LIBRO 2017. RELATOS GANADORES 1º y 2º ESO.

Hola a todas y todos.
Como sabéis este año hemos dedicado las actividades del día del libro a dos grandes escritores de los que se conmemora el primer centenario de su nacimiento: el mexicano Juan Rulfo y la madrileña Gloria Fuertes. 
En el concurso de relatos de 1º y 2º de ESO, los alumnos debían incluir en sus historias el siguiente poema de Gloria Fuertes:
La gente corre tanto
porque no sabe dónde va,
el que sabe dónde va,
va despacio para paladear
el ‘ir llegando’.

Tras una larga deliberación, el jurado ha concedido un premio y dos accésit. Aquí os dejamos los tres relatos para que disfrutéis de ellos.

Ha resultado ganador  el relato  La carta de Noelia García, alumna de 2º D de ESO
                                              La carta
Hace dos semanas que murió, ya se celebró su entierro y esta tarde tenernos que recoger sus pertenencias para luego subastarlas…
-¡Bajad! Ya está la comida- oigo decir a mi madre desde la cocina.
Cuando bajo me encuentro a mi padre ayudando a poner la mesa con mi madre, a mi hermano mayor viendo la televisión y a mi hermano pequeño jugando con el gato de la familia.
-¿Qué tal está la comida?- pregunta mi madre.
-¡Muy buena!- contestan mi padre y mis hermanos.
-¿Qué te ocurre Leonor?- me pregunta mi padre.
-Nada… es solo que…bueno, estoy pensando en todos los recuerdos que se va a llevar cualquier desconocido cuando los subastemos- respondo.
-No son recuerdos, piensa que solo son objetos viejos que, si nos los quedamos, lo único que harían sería estorbar- responde mi padre.
Suspiro.
-Bueno, si queréis, cuando lleguemos a la casa donde están los objetos que se van a subastar, si queréis, os podéis llevar algún recuerdo- contesta mi madre con ternura.
-¡Mirad! Yo me llevaré este libro titulado, Viaje al centro de la Tierra- dice con entusiasmo mi hermano mayor.
-Pues yo me llevaré estos soldados de juguete…-dice mi hermano pequeño.
-Ah, pues yo seguiré buscando en la planta de arriba- respondo en tono aburrido.
Cuando llego a la planta de arriba, desgraciadamente no encuentro nada interesante hasta qué descubro una trampilla que llega al desván. Subo tras ella y lo único que encuentro son armarios, sillas, ropa vieja…
Pero, de repente, me doy cuenta de que entre las rejillas del suelo de madera hay una carta atrapada.
La cojo, la abro y en su interior descubro que hay una fotografía y dos hojas dobladas cuidadosamente.
Primero, observo detenidamente la fotografía. Son niños jugando en un jardín, hay tres niñas jugando a la comba y varios niños jugando a las canicas; también hay una niña apoyada en un árbol con un gato, a la vez que sonríe a la persona que les está fotografiando. “Se les ve tan felices”, pienso.
Se nota que la foto es antigua por la vestimenta y la calidad.
Guardo la fotografía en el sobre y saco uno de los pálpeles. Lo leo. Resulta que es una carta escrita hace dos semanas y va dirigida a mí, me dice que aproveche el tiempo con las personas que de verdad merezcan la pena y también cuenta que cuando lea el otro papel lo entenderé.
Pero no pone de quién es.
Abro el otro papel y pone:
La gente corre tanto
porque no sabe dónde va,
el que sabe dónde va,
va despacio para paladear
el ‘ir llegando’
                          Siempre estaré a tu lado, con cariño:
La abuela.
De repente noto como las lágrimas caen por mi mejilla y me digo a mí misma:
“Gracias, abuela”.

Accésit concedido a  Anna Alejandro Maldonado de 1º C de ESO
Anna Alejandro recogiendo sus premios de relatos y poesía. Recibe el premio de manos de su profesora  de Lengua castellana Paz Lorenzo.        
  En una calurosa tarde de verano, esta singular tarde, mi abuela llegó de un largo viaje desde Polonia. Estaba muy alegre por verla de nuevo, porque no la había visto desde el verano pasado. Cuando llegó le ayudé a coger las maletas, y le ayudé a instalarse en la habitación más cercana. Esta tarde, como mi padre estaba trabajando, mi madre comprando y mi hermano Dani, el menor, de campamento, me quedé en casa.
         Mi abuela me dijo que me quería contar algo muy importante… Yo, impaciente, me senté cuando se disponía a relatar una extravagante, singular y hermosa historia que me llenó de curiosidad.
-Hace mucho, mucho tiempo, cuando era una joven muchacha como tú, yo fui al colegio y me enseñaron a leer, contar… pero lo que más me gustaba era inventar mis poemas que influyeron mucho en mi vida tanto en la profesional como en la cotidiana.
Los años pasaron y fui al instituto, allí fue donde más poemas me inventé, cuando llegó el momento de estudiar la carrera que eligiera, me tocó tomar la decisión que cambiaría mi vida.
Me encaminé a las letras, para llegar a ser una gran poetisa, que era lo que realmente mi corazón me indicaba. Esa noche me paré a pensar en mis viejos tiempos y escribí un poema:
Pero no pone de quién es.
Abro el otro papel y pone:
La gente corre tanto
porque no sabe dónde va,
el que sabe dónde va,
va despacio para paladear
el ‘ir llegando’
Escribí poemas con mucho éxito, como.
¿Cómo se dibuja un buzo?
¿Cómo se dibuja un cocodrilo?
El Guiriguirigos
Mata al tigre
Cua, cantaba la rana.
Al final, hijita mía, el amor siempre llega, y me llegó el momento. Me enamoré perdidamente y tuve a tu padre y a tu tía. Quiero que sepas que si algún día quieres escribir poemas como yo…¡Escríbelos, relátalos, pero con los sentimientos!
Este año mi abuela Gloria Fueres descansó en paz, con sus poemas.
Ahora tengo ochenta y nueve años y ahora escribo, no con la cabeza, sino con el corazón, mi pequeño fragmento:
Los árboles hablan
la sinfonía del amor
 quien oiga que hablas
está lleno de amor.

Accésit concedido a Lucía Figueroa Díaz de 2º F de ESO.
Lucía Figueroa recibe el premio de manos de su profesor de Lengua, Diego Ribeiro.
Una niña iba de la mano con su madre por la calle. Caminaba despacio, con calma, mientras observaban como el resto de la gente corría e iba con prisas. Como si todos llegasen tarde a algún sitio. La pequeña no entendía por qué la gente siempre iba tan rápido, como si la vida fuese una carrera. Entonces le preguntó a su madre:
-Mamá, ¿por qué la gente corre tanto?
A lo que la madre le contestó:
- La gente corre tanto
porque no sabe dónde va,
el que sabe dónde va,
va despacio para paladear
el ‘ir llegando’
La niña se quedó callada unos segundos y, a continuación, dijo:
-Entonces mamá, vayamos despacio, ya estamos llegando.
La madre le sonrió y las dos siguieron andando despacio hacia su destino. Y aunque la gente a su alrededor fuese corriendo, no se dejaron llevar por ellos. Ellas sabían a dónde iban.