lunes, 12 de mayo de 2014

Historia: La vida cotidiana en la España de los Austrias



Tres alumnas de 2BE han realizado de forma voluntaria una actividad interdisciplinar a propósito del tema de Historia sobre la época de los Austrias: una redacción o relato sobre la vida cotidiana en la España de los siglos XVI y XVII. La profesora de Historia Pilar Cardeñosa seleccionó los siguientes trabajos:
- Diarios del conde de Rocagrande (Carlota Sotelo Martínez).
- Relatos de Alfonso (Laura San Miguel Agudo)
- Diario de Rodolfo (María Ferreira Muñoz)

 
Diarios del conde de Rocagrande, por Carlota Sotelo (2ºBE).

Yo, Enrique, conde de Rocagrande, esperaba a mi esposa Margarita mientras mascaba tabaco en mi despacho y ojeaba los libros que por allí se encontraban. Ella decidía qué joyas se pondría aquella tarde que íbamos a pasar en el teatro.
Hice llamar a las sirvientas para que prepararan el carruaje y los caballos. Y ahí nos esperaba, en el zaguán. Subimos y los animales comenzaron a avanzar a paso firme.
Tras un viaje no excesivamente prolongado, llegamos al corral de comedias. Una criada y mi esposa subieron a la sala de señoras, y yo me aproximé al patio de nobles.
El teatro era enorme; el escenario estaba adornado con tonos rojos y blancos. Los palcos mostraban una decoración similar, y cuatro grandes vigas sujetaban el techo del escenario, un poco más elevado que el resto de la planta baja.
Allí me encontré con Gaspar, marqués de Riolargo, y charlamos durante unos minutos, antes de que la obra comenzara.
Hablamos de que sería buena idea desposar a mi hija Catalina con su hijo Manuel para unir territorios bajo un mismo reino. Pero no era momento ni lugar para matrimonios, puesto que la obra dio comienzo.
Se me hizo corta, la verdad. Me gustó la representación, aunque las disfruté mejores.
Salimos Gaspar y yo, y ambos esperamos en la puerta del corral a que nuestras señoras salieran. Y cuando así fue, ambos subimos a nuestros respectivos carruajes.
Cuando llegamos a nuestra casona, las criadas nos habían preparado un suculento manjar:
tomates, patatas, carne de cerdo y, para beber, vino.
Hicimos llamar a nuestra hija, Catalina, para que nos acompañara en aquella cena, y se sentó junto a Margarita.
No se habló mucho en esa comida, quizás fuera porque pronto tendríamos que abandonar aquella ciudad y volver a nuestro condado.
Tras degustar las viandas, mi esposa y yo abandonamos la mesa y fuimos a descansar a nuestros aposentos.
Catalina aguardó en la mesa unos minutos más, pero en seguida se retiró cuando llegaron los criados para recoger y limpiar.
Escribo esto, tumbado en el lecho de mi cama, tras aquella comilona. Me dispongo a leer uno de los libros de mi colección, por lo que no escribiré el día de hoy mucho más.

Fdo.: Enrique de Rocagrande

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