martes, 1 de septiembre de 2015

Más allá de la historia: Carlos II 'El hechizado'

Por Mario Miguel Hernández Soria, alumno de 2ºAE.

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INTRODUCCIÓN

Este trabajo tiene como protagonista al último de los reyes españoles de la dinastía de los Austrias o de los Habsburgo, Carlos II. El motivo por el que me he decidido es doble. Por una parte, por su naturaleza enfermiza. Por otro lado, porque con él se puso fin a esa dinastía. Me preguntaba la relación entre una cosa y la otra, y he buscado información en una revista especializada en Historia y en un libro sobre enfermedades de los Reyes de España. Las fuentes son las siguientes:

- Revista Muy Historia, número 46, 2013.

- Dr. Pedro Gargantilla, Enfermedades de los Reyes de España: Los Austrias. La Esfera de los Libros, Madrid, 2005.



LA VIDA DE CARLOS

Carlos nació en Madrid, el 6 de noviembre de 1661. Sus padres fueron Felipe IV y Mariana de Austria. Así se describe su aspecto, siendo niño:


"Desde su nacimiento, el príncipe presentó síntomas evidentes de debilidad física y retraso intelectual, taras que podrían achacarse a la degeneración consanguínea de su estirpe. Los relatos de los que los vieron durante sus primeros días coinciden en señalar su desagradable aspecto y sus múltiples malformaciones: el niño tenía grandes flemones en las mejillas, provocados por un herpes, y la cabeza cubierta de costras.

A los tres años, los huesos de su cráneo aún no se habían cerrado, lo que daba un aspecto demasiado grande a su cabeza; no era capaz de sostenerse en pie y mucho menos de andar. Tampoco sabía hablar y de su boca apenas salían sonidos guturales y espantosos gritos, que sobrecogían a los encargados de su cuidado. A causa de su frágil salud y su débil constitución, el heredero creció en un ambiente de sobreprotección, lo que solo sirvió para agravar su estado. La falta de ejercicio al aire libre y una deficiente alimentación retrasaron aún más su desarrollo intelectual y físico.

A los seis años, Carlos II apenas podía gatear y, para mantenerlo en pie durante las recepciones oficiales, se diseñó un corsé especial que las meninas encargadas de su cuidado sujetaban con cordones; un artilugio parecido a los hilos de las marionetas, del que dependió hasta que empezó a dar sus primeros pasos. A punto de cumplir su primera década, el prognatismo de su mandíbula le deformaba la expresión del rostro y el joven monarca sólo era capaz de pronunciar un puñado de palabras inteligibles; tampoco sabía leer ni escribir".



El prognatismo es una deformación de la mandíbula que, además de afear el rostro, produce problemas para hablar, masticar, etc. Quizá por eso los Habsburgo se dejaban barba. Además, la endogamia pudo afectar al último de la saga más que a ninguno. He leído que “el coeficiente de consanguinidad de Carlos II era del 25,9 %, equivalente al de un hijo incestuoso”. El Dr. Pedro Gargantilla añade las siguientes descripciones en su libro, utilizando testimonios de la época:

"En 1675, a la edad de catorce años, el secretario del Nuncio, Nicolani, lo describió de la siguiente guisa: “El rey es más bien bajo que alto, flaco, no muy mal formado, es feo, en su conjunto, el rostro; tiene el cuello largo, la cara y la barbilla largas, con el labio inferior típico de los Austrias, ojos no muy grandes, de color azul turquesa y el cutis fino y delicado.”
En resumen, el rey no era un dechado de atractivos físicos.

En contra de todo pronóstico, el príncipe alcanzó la mayoría de edad el 6 de noviembre de 1675, día en el que celebraba su catorce cumpleaños y se convertía, según las disposiciones del testamento de Felipe IV, en Carlos II. El príncipe asumía el gobierno de la nación en un difícil momento, pues había dos facciones políticas, por una parte su madre y Valenzuela, y por otra su hermanastro, asistido por la aristocracia.



A partir de esta información he recabado también datos sobre el hijo ilegítimo de Felipe IV, Juan José de Austria, muerto en 1679, quien disputó el poder con la madre de Carlos, Mariana de Austria. La madre de Juan José era una actriz llamada María Inés Calderón, conocida como “la Calderona”. Lo que más me ha sorprendido es que, siendo Carlos impotente, su padre tuvo al menos treinta hijos bastardos, entre los que se cuentan Fernando Francisco Isidro de Austria, Carlos Fernando de Austria, Alfonso de Santo Tomás, Ana Margarita, Fernando Valdés, Alonso Antonio de San Martín o fray Juan del Sacramento. Todavía me ha llamado más la atención que el último de los Austrias fue sometido a exorcismos, de lo que deduzco que el sobrenombre de “el Hechizado” se tomaba al pie de la letra. Así lo cuenta el Dr. Gargantilla en su libro:


"En verano de ese mismo año (1698) llegó a España fray Mauro Tenda, un capuchino italiano, probablemente enviado por Leopoldo I. A través del embajador austríaco Harrach, informó a fray Froilán Díaz que, dos años antes, una mujer poseída por el diablo le había informado de que Carlos II estaba hechizado. Después de una larga entrevista con el rey, el fraile le puso un sencillo tratamiento curativo: retirar un saquito que el monarca llevaba colgado del cuello. A lo largo de las cuatro semanas siguientes, Tenda realizó exorcismos cada tres días, mientras que obligaba a Carlos II a comulgar en días alternos. Al cabo de este período, el religioso anunció que ya tenía dominado al diablo".


La Revista consultada confirma este hecho y añade:


"Él mismo se consideraba hechizado, por lo que a la corte se llevaron exorcistas que detectaron demonios de lo más pintureros. El asunto fue el hazmerreír de todas las cortes europeas, que ya conspiraban para hacerse con la herencia de la empresa Austria. Porque de herederos, nada de nada, a pesar de que al lastimoso personaje se le organizaron dos matrimonios. Primero con María Luisa de Orleáns, de la que el monarca se enamoró como un adolescente. Y es que la chica era joven, risueña y enérgica, aunque murió pronto de cólera. La segunda esposa fue María Ana de Neoburgo, quien, al darse cuenta de que no lograría embarazo real, no quiso perder la oportunidad y se dio a las intrigas en pos de la herencia".

En resumen, el Hechizado padeció “hidrocefalia, raquitismo, oligofrenia, retardo motor, epilepsia, esterilidad, impotencia… Tenía aspecto de anciano cuando falleció con 39 años”. En efecto, el 1 de noviembre de 1700 murió Carlos II sin dejar descendencia. Se puso así fin a la dinastía de los Austrias, con quienes, a través de las figuras de Carlos I y Felipe II, el Imperio español había dominado sobre el mundo. Llegarán los Borbones, que centralizarán aún más el poder de acuerdo con el modelo francés. He leído que con los Austrias era común hablar de “las Españas”. Con la nueva Casa Real se impondrá un sentido más unificado o centralizado del país. Y esto me parece muy actual, en cuanto a las demandas de los llamados “nacionalistas” y la posición de los que no lo son o lo son solo en cuanto “españoles”. A partir de la figura de Carlos II y más allá de su extraño reinado, he podido plantearme estas cosas.


VALORACIÓN

Como no soy historiador, no puedo dar una opinión fundada sobre los hechos que ocasionaron el fin de los Habsburgo en España, más allá de que Carlos II muriera sin dejar descendencia. Lo que sí puedo hacer es valorar, desde mi punto de vista, la personalidad del último de sus reyes, el hechizado Carlos. Lo cierto es que me parece un desdichado y me inspira ternura. He visto sus imágenes y, además de enfermo, me parece un hombre profundamente triste que estuvo a merced de las intrigas de la Corte. Por una parte, su hermanastro Juan José; por otra parte, su madre. Y ello por no hablar de su segunda esposa, Mariana de Neoburgo. Al parecer, llegó a fingir hasta once embarazos, de los que simulaba después los abortos. Me pregunto si no pasó por la cabeza de Carlos o de alguno de sus consejeros el “tener un hijo”, obviamente no suyo, bajo el secretismo de palacio. Al fin y al cabo el padre de Carlos, Felipe IV, tuvo más de treinta. No es una pregunta descabellada, teniendo en cuenta los juegos de poder que se traían entre manos y la falta de información de la época.

También me imagino al rey sometido a los exorcismos, lo que demuestra que las supersticiones no eran exclusivas del pueblo.

Sé que con los Borbones el Imperio español consumó su decadencia al cabo de los siglos (finales del XIX), y a este respecto también me pregunto en qué medida la hegemonía anterior, la del Siglo de Oro de los Austrias, benefició a la vida de las gentes sencillas. Todo parece un juego entre familias, un “juego de tronos” (como en la serie de televisión).

Prosiguiendo un poco con la lectura de la revista citada en la introducción, al hilo de este tema, he descubierto que la conciencia de la nacionalidad española surge posteriormente, en el siglo XIX, con la invasión de las tropas de Napoleón. Esto me genera otro interrogante: ¿se necesita un enemigo dentro de tu propia casa para que las personas tomen conciencia de su identidad política? Pero esto no corresponde al tema… No sé bien por qué, la figura de Carlos II me parece la metáfora de un país que desaprovechó sus oportunidades históricas. Los enredos y las supersticiones no le permitieron quizá sobreponerse a su constitución o a lo que la mayoría, incluso los más allegados, opinaban de él. También los reyes pueden ser desgraciados.

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