lunes, 29 de abril de 2024

'SECUOYA': CONCURSO DE RELATOS DÍA DEL LIBRO



África del Valle (2º D Bachillerato)

Primer premio en el Concurso de Relatos.

Modalidad de alumnos - Bachillerato y ciclos formativos.



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SECUOYA


El oleaje era intenso cuando comenzó el retumbar de los cañones. El combate está igualado entre ambos navíos, que rugían eufóricos cuando las pesadas bolas de metal caían sobre la cubierta del adversario. El choque fue inevitable. Decenas de cuerdas apresaron a los gigantes de madera, comenzando el abordaje. Las navajas brillaban entre el pesado ambiente sobrecargado por el olor cenizo de la sangre y la pólvora. El desenlace fue rápido: la carabela había estado huyendo durante varias semanas de la persecución de la nao enemiga, con el viento en su contra y las aguas calmadas; a los marineros solo les quedó encomendar a Dios el cuidado de su familia. Ante la desventaja numérica, la batalla se decantaría a favor de los piratas. No se equivocaron.

Los pocos hombres que habían quedado en pie trataron de saltar de la cubierta, el frío abrazo del mar era mejor destino que quedar atrapado entre el garfio de aquellas ruines y mezquinas sanguijuelas. La maldad de su capitán, Humberto “El cruel”, era bien conocida por todos los mares. Su bandera, una calavera entre las fauces de una horrenda serpiente marina, debía ser evitada si se quería conservar la vida.

Así, se puso a los sobrevivientes en una fila y se les amarró con fuerza al palo mayor del barco. “El cruel” se paseó con parsimonia por la cubierta y escupió con desprecio al capitán de la carabela. Este se revolvía ciego, pues sus ojos verdes rodaban por la madera. Aun así, el capitán pirata no estaba satisfecho. Los marineros, antes del ataque, se habían deshecho de las provisiones y de cualquier objeto de valor. Sus grumetes estaban intranquilos. El alimento se acababa también para la nao.

Umberto “El cruel” sabía que su reinado de temor llegaba a su fin. Pero, cuando el cántico de uno de los marineros derrotados comenzó, cuando la mirada de sus subordinados esqueléticos se clavó en él, desenvainó rabioso el sable y lo hundió entre las entrañas de aquel insolente. Demasiado tarde.

El motín comenzaría unos meses más tarde, cuando el sonido de aquella canción se había desvanecido, cuando el recuerdo de una carabela en llamas volaba con sus cenizas. Pero su significado no. La chispa de la rebelión se había encendido.


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