CONCURSO DE RELATOS
1º Y 2º DE ESO
Relato ganador: LA MAYOR CURA DE David Blanco (1º A
ESO)
Estaba en el laboratorio, quería crear algo nuevo, algo que
impresionara, intentaba crear una cura para todas las enfermedades. Parecerá
absurdo, pero lo que no sabéis es que una noche, volviendo de mi casa encontré una furgoneta rota, oxidada, sin
ruedas y con la puerta medio abierta. Decidí entrar para ver si había algo útil
que pudiera usar o vender, porque ese mes no había cobrado mucho sueldo. Solo
vi cortinas rotas, mesas tiradas en el suelo… suponía que estaba abandonada
pero, antes de salir de allí, vi un sobre que se movía por el viento. Lo cogí,
abrí el sobre… había algo escrito. No se leía muy bien, pero pude entenderlo: “Al
final he fracasado, nadie debe saber esto. Mi creación no está completa aún, le
falta un poco de elaboración. Nunca reveléis
a nadie lo que habéis visto esta noche”. Terminó de leerlo y me di cuenta
de que había un frasco junto al sobre. No era muy grande, contenía un líquido
de color azul turquesa.
Me lo llevé al laboratorio y vi que había una etiqueta en el
frasco con unas letras, MTC. No sabía qué significaba. Busqué por Internet, en
libros… pero nada, seguía sin entender su significado.
-Piensa Jack, piensa- me dije a mí mismo.
Trabajé con él varios experimentos y pude ver de qué estaba hecho.
Tenía una escasa cantidad de todos los medicamentos existentes. No me lo podía
creer, ¡era lo que estaba intentando crear! No entendía por qué en el sobre
ponía “he fracasado”.
Al día siguiente probé el MTC con una persona que padecía cáncer. Pasaron
unas horas y… ¡se había curado!
-¡Esto va a revolucionar el mundo!- dije.
Probé el MTC con una persona muerta, para ver si podía devolverle
la vida. Introduje una gotita en su boca. Pasaron cinco minutos y no pasó nada,
así que decidí irme porque ya era muy
tarde. Antes de salir por la puerta del cementerio escuché un ruido, regresé
sobre mis propios pasos y contemplé aterrado cómo aquella personan sin vida
movía ligeramente los dedos de sus manos. Esperé un largo rato, pero con las
horas esos movimientos dejaron de existir.
Deduje entonces que utilizar mayor cantidad del MTC podía alterar
la normalidad del ciclo de la vida. Decidí utilizar el medicamento solo para
ayudar a otras personas.
Compartí el MTC con ONG, hospitales, etc. por lo que hice público su
usa para ayudar a todo el mundo.
Cientos y cientos de cartas y mensajes recibí pero me llamó la atención
una en especial llegó a mis manos una carta de la señora Catalina, fechada en Londres
en cincuenta días había; venía en lengua inglesa, pero leyéndola en español,
vio que así decía:
Querido Jack:
Soy la directora de uno de los mayores hospitales de Londres. No tenemos
palabras para agradecerte lo que has compartido con el mundo. Gracias a ti,
muchos niños con graves enfermedades, hoy sonríen y juegan en lugar de sufrir. Gracias
por regalar una mejor vida a las personas.
Un abrazo,
Catalina
Me encantó esa carta, pero todavía pienso en las palabras de la
enigmática nota que encontré aquel día: “Al final he fracasado, nadie debe saber
esto…” Si fracasar es no conseguir la inmortalidad, yo, personalmente, me
alegro de este fracaso. Me ayudaré a mí mismo compartiendo en MTC ayudando a
los demás.
Hay que vivir sabiendo que todo tendrá un fin, todo acabará.
Mientras tanto tendré que exprimir cada uno de mis días como si fuera el
último.
ACCÉSIT: relato de Mercedes Estrada (2ºA ESO)
Nunca reveléis a nadie lo
que habéis visto esta noche. Dijo nuestro padre a
m hermano Enrique y a mí.
Los dos sabíamos perfectamente
lo que vimos. Mamá salió del baño con varios arañazos en la espalda y golpes en
el brazo. Mi madre me cogió por las mejillas, me secó las lágrimas y me dijo
que llevara a Enrique a la cama.
Así lo hice, pero desde la habitación se seguía oyendo la pelea
que tenían mis padres.
Días después, como vi que la situación no mejoraba, decidí ir por
mi cuenta a hablar con la policía, ya que no tenía compasión alguna por mi
padre.
En comisaría me dijeron que necesitaba el visto bueno de mi madre,
así que la llamaron y llegó a la comisaría muy nerviosa. No le quedaba otra
opción, por lo que tuvo que contar todo. Enseñó sus heridas y, al poco tiempo,
ya estaba planeado el juicio contra mi padre.
Al terminar nos abrió la puerta un hombre bastante apuesto, y nos
marchamos a casa.
Cuando llegamos, mi padre ya se había ido a trabajar y convencí a
mi madre para que, por nuestra cuenta, fuéramos recogiendo y empaquetando sus
cosas.
No le dio tiempo a volver a casa. Un par de policías le habían ido
a buscar a su trabajo para tenerle vigilado hasta el día del juicio.
Llegó el día. Estábamos todos allí, menos mi hermano, que no tenía
edad para ver estas cosas, por eso lo dejamos con la tía. Se me hacía raro, no
entendía muy bien la situación.
Por un momento me arrepentí de haber montado todo aquel lío. Pero ese
arrepentimiento duró poco, concretamente hasta que vi a mi padre entrar y mirar
a mi madre con esos ojos de desprecio…
Todo paso muy rápido. Yo miraba hacia todos los lados intranquila.
De pronto mi mirada se detuvo en uno de los banquillos. Esa cara me resultaba
familiar, y así lo era.
Al terminar con la sentencia, cuando ya nos daba el aire, aquella
persona misteriosa para mí se nos acercó y se presentó:
-Yo, señores, soy portugués de nación, noble en sangre, rico en
los bienes de fortuna y no pobre en los de naturaleza; mi nombre es Manuel de
Sosa Coutiño; mi patria Lisboa, y mi ejercicio, el de soldado.’
Me quedé asombrada, resulta que era el hombre que nos abrió la
puerta al salir de comisaría.
Se ofreció a acompañarnos a casa, a mí no me convenció, pero no
dije nada ya que a mi madre le brillaron los ojos.
Un tiempo después iba viendo más frecuentemente a Manuel en casa,
y me di cuenta de que los dos estaban enamorados.
Ella estaba feliz pero yo lo estaba más cada vez que la veía
sonreír.
No sabíamos nada de papá y nos alegramos de ello.
Por fin, volvíamos a ser una familia.
CONCURSO DE RELATOS
3º Y 4º DE ESO, BACHILLERATO y CICLOS
Primer premio: relato de Aarón Tejedor Llorente (1E
Bachillerato)
Era un pasillo largo, no muy limpio y la poca luz que entraba por
las ventanas tenía que luchar con los barrotes para poder pasar.
Juan avanzaba cabizbajo custodiado por los guardias, a cada paso
que daba le parecía que los otros presos se metían en su cabeza con los gritos
que emitían. Tras llegar al final del pasillo, los caminantes se detuvieron, un
guardia soltó el brazo de Juan, cogió el manojo de llaves que colgaba de su
pantalón y cun una de ellas abrió la celda.
-Aquí es- dijo el otro guardia que mientras pronunciaba sus
palabras empujó a Juan hacia el interior de la celda.
La puerta se cerró con un fuerte estruendo al que siguió la voz
del otro guardia.
-Disfruta de la suite- y se alejó riéndose con su compañero.
Juan se sentó en la cama mirando el lugar en el que se encontraba,
y acabó por depositar su cabeza sobre sus manos abatido.
-No está tan mal como parece- dijo una poderosa voz.
Juan levantó la cabeza sobresaltado y descubrió que en la cama de
arriba había una persona tumbada mirando el techo. Al entrar mirando el suelo
no se había dado cuenta de que en la celda había otra persona.
-He visto pocilgas más habitables- respondió Juan indignado.
-Ah, sí, ¿y en cuántas pocilgas has estado?- preguntó el hombre
que todavía permanecía tumbado.
-¡Y tú qué sabrás!- replicó Juan exaltado por la pregunta.
-Sé que con esa cara de niño rico tus pies siempre han pisado
sobre una alfombra roja.
-¡Tú no sabes nada! ¡Nada!- gritó Juan que cada vez estaba más
nervioso.
-Tranquilo chico, parece que vamos a vivir juntos durante bastante
tiempo, así que debemos llevarnos bien- explicó su compañero de celda.
-¿Desde cuándo estás aquí?- preguntó Juan más relajado.
-No conozco otro sitio que estas paredes ni otra realidad más allá
de estos barrotes.
-Lo siento.
-No me compadezcas. Podría
estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme el rey de un espacio infinito.
-Lo que tú digas- dijo Juan pensando que estaba con un loco.
-¿Y qué hace un niño rico como tú aquí?- preguntó sabiendo lo que
opinaba su nuevo compañero de él, por el tono utilizado.
-Hay gente que dice que he hecho cosas malas- respondió Juan con
un tono egocéntrico.
- Parece que el bien y el
mal distan tan poco el uno del otro, que son como dos líneas concurrentes, que,
aunque parten de apartados y diferentes principios, acaban en un punto. ¿No
crees, Juan?
Juan se extrañó al oír pronunciar su nombre ya que no se lo había
dicho en ningún momento.
-¿Quién eres?- preguntó asustado.
Y el hombre por primera vez durante la conversación se incorporó y
mirando a Juan a la cara dijo:
-Tu conciencia.
Segundo premio: Mis
ojos negros de Isabel Alegre
Arance(1A Bachillerato)
A veces, parece que el bien
y el mal distan tan poco el uno del otro, que son como dos líneas concurrentes,
que, aunque parten de apartados y diferentes principios, acaban en un punto.
Yo, caminaba por el medio de esos caminos tan dispares.
Porque yo, una niña de escasos diez años, de espeso cabello rubio
que cae en picado por mi menudo cuerpo, a veces acariciando la blanca y tersa
piel de mis brazos al caminar, tengo los ojos negros. Pero no esos ojos negros
de iris, que te hunden en su cómoda profundidad, no. Mis ojos son negros,
completamente negros. La marca del mal, así los llaman. Y así me llaman a mí
también, la marca del mal. Con esa característica voz de adulto serio que a
veces utilizan con superioridad, intentando ocultar el paralizante miedo de la
superstición. Muchos os estaréis preguntando quién soy. El porqué de mis ojos
negros. Con el mismo repulsivo miedo de mis padres. Con el mismo desdén. La misma
arrogancia.
La historia comienza antes de que nadie pudiese imaginar mi
existencia. Mis padres, una pareja recién casada, entusiasmados por el comienzo
de su nueva vida, se mudaban a una casa en el centro de la ciudad. Mi padre, un
joven abogado de treinta años llamado Holden llevaba, entre risas provocadas
por mi madre, cajas llenas de objetos hacia su nueva casa. Una vivienda antigua
pero acogedora, que parecía casi blanda y confortable por el cómodo paso de los
años.
Ambos se instalaron entre su renovado amor, colocando sus cosas
antiguas entre las nuevas, casi con incomodidad. Intentando hacer de tanta
novedad algo confortable, conocido. Los libros de mi padre se acomodaban entre
los de mi madre, algo más numerosos debido a su incondicional amor a la
literatura, a la que se dedicaba. Pero algo en su estancia no cuadraba, algo
faltaba.
El tiempo pasaba, tras varios meses en la casa todo parecía seguir
igual. El aire a veces se hacía pesado, como si algo, una criatura, deseara
arrebatarles su tan preciado aire. Elisa, la más supersticiosa, apremiaba a Holden
a salir de allí e irse a otro casa. Mi madre sabía que había algo escondido
entre las paredes de la casa.
Una noche como todas las demás, mi madre se despertó. Algo la
observaba, pensó. Incrédula de su propia sensación, salió de la cama en busca
de algo que la tranquilizara. Bajó las escaleras que se quejaban de ven en
cuando por su peso, hasta que un escalón, que antes parecía estar en perfectas
condiciones, cedió, llevándose su cuerpo al sótano que evitaban todo lo que
podían. Elisa, con la pierna dolorida y ella paralizada por el dolor, intentaba
escuchar con atención a su alrededor. Algo se movía, levantando polvo, el cual
le cosquilleaba en la nariz hasta hacerle estornudar. El sonido retumbó por la
tenebrosa habitación, y llamó la atención de algo que, si antes se preguntaba
si acercarse, yo lo tenía claro.
Unos ojos totalmente negros la recorrieron de arriba abajo, pero
no eran totalmente negros, no. Un círculo, que podía ser su fina pupila, era
dorada. Sentía cómo los ojos la escrutaban, y cómo atrapaba su olor, captaba y
sacaba su esencia. Y, a la vez, cómo la tranquilizaba su caricia cercana.
Abrió ligeramente los labios una señal de incomprensible placer
ante la caricia que la recorría con lento deleite. Y entonces, el dolor le
arrancó un grito que recorrió todo su interior, junto a la fuerte estocada que
acuchillaba su vientre.
Se desmayó de pura agonía.
A la mañana siguiente descubrió que el grito le había salvado la
vida, y se despertó sobre la cama, junto a su preocupado marido y una pierna
rota. Aparentemente ilesa aparte de eso. Poco después nací yo y fui la alegría
de la familia, hasta el momento en que abrí los ojos.
Me encerraron y tuve que aprender a vivir sola y maldita. Aprendí a
sentir que Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un
espacio infinito. Bailando entre los límites de una vida marcada por el mal y
la vida de una niña que ni siquiera pudo rozar la maldad. Inocente por siempre
pero marcada.
-Se ha concedido un accésit al alumno Jesús Amicis González de 3ºD de la ESO.
Concurso de poesía
Citas que inspiren un poema
-
‘Señor, las tristezas no se
hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las
sienten demasiado, se vuelven bestias’.
Palabras de Sancho en el capítulo XI, Don Quijote de la Mancha II.
-
‘La poesía, señor hidalgo, a mi
parecer, es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo extremo
hermosa.’
Palabras
de don Quijote en el capítulo XVI, Don
Quijote de la Mancha II.
-
‘Esta que llaman por ahí Fortuna
es una mujer borracha y antojadiza, y, sobre todo, ciega’.
Palabras de Sancho en el
capítulo LXVI, Don Quijote de la Mancha
II.
-
‘Words are easy, like the wind; Faithful friends are hard to find.’
(Las palabras, como el viento, son
sencillas; los amigos leales, difíciles de hallar)
William Shakespeare, The
Passionate Piligrim
-
‘Don´t waste your love on somebody who doesn’t value it’
(No malgastes tu amor en
alguien que no lo valora)
William Shakespeare, Romeo and
Juliet
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Ganador: Alejandro Álvarez Conejo (1ºE Bachillerato)