"Amor post mortem". Le asusta oírlo. Nunca se ha entregado a alguien tanto como para eso. Es extraño. Cuando nota el amor que le presta alguien, se aparta, lo evita tanto que lo acaba odiando. Y ahí estaba ahora, mirándola, acariciando ahora su pelo reseco y muerto, su piel fría y amarillenta. Ya se lo había dicho a sí mismo, se lo había avisado, pensaba que lo que sentía no era tan fuerte, pero ahí estaba: roto por dentro, de rodillas, llorando. Poco a poco se va calmando y es entonces, en un instante, cuando se le detiene el corazón. Ya no siente nada, tan solo que la quiere.
A lo lejos, una enorme y blanca nube acaricia aquella colina. Se escucha también el mugir de animales y cantos de pájaros, qué gozada. En el transparente río, a la orilla, una lozana jovenzuela se mira divertida, peinando su lustrosa melena. Es mi nieta. Intento exprimir el jugo completo a esta hermosa mañana, ya que, al parecer, no llegaré ni a la puesta de sol. Procuraré llevarme este recuerdo a la tumba, pues es lo mejor que conozco.
Fantástico, Carolina. No es nada fácil el "microrelato" y tú has logrado contar y transmitir en tan pocas líneas, toda una hermosa y trágica historia. Mis sinceras felicitaciones.
ResponderEliminarTambién a ti, Ismael, mi enhorabuena. Precioso todo y muy nostálgico lo de "lozana jovenzuela".
Un abrazo a ambos.
Gracias, Lorni. Quiero reconocer el trabajo el profesor de Lengua Raúl Lorente, impulsor de este trabajo de clase. Carolina tiene mucho futuro en esto de la escritura, desde luego.
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