Beatriz, en el Centro, con su tutoría. |
Por Beatriz del Río, jefe de Departamento de Lengua Castellana y tutora de 2ºEB
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[…]
Soltad al pájaro en mano por aquellos que están volando.
Abandonad, si hace falta, una vida acomodada,
aquello que os presentan como una situación con porvenir.
Lanzaos a los caminos.
André Bretón, Los pasos perdidos, 1924
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[…]
Soltad al pájaro en mano por aquellos que están volando.
Abandonad, si hace falta, una vida acomodada,
aquello que os presentan como una situación con porvenir.
Lanzaos a los caminos.
André Bretón, Los pasos perdidos, 1924
Buenas tardes padres, amigos, compañeros.
Buenas tardes, queridos alumnos y, siempre, protagonistas.
Me lo pone fácil André Bretón con sus bellas palabras, pues son estos los versos que resumen los deseos con los que me enfrento cada primavera a esta cita anhelada e inevitable.
Aunque mi voz tenga hoy ecos pasados o suene repetida, todo es mudanza; y esos cambios nos acercan esta tarde a vuestra despedida, que es única, y a un difícil ejercicio de valentía en el que a unos nos toca aflojar las riendas y a otros atreveros a vivir.
Aquí estamos, somos nosotros…
Contemplad sin rubor al que está a vuestro lado, a aquel que se sienta delante, o al otro que se encuentra más allá y al que quizás nunca hayáis dirigido palabras, miradas, sonrisas…
El destino -no tan caprichoso- os ha convertido en compañeros, en un nosotros tal vez no buscado; la historia acumulada –amparada en el engarce que hacen voces, gestos y gustos- en amigos que han crecido juntos durante los temibles años de la adolescencia.
Os contemplo ahora tan guapos y elegantes, engalanados con anchas sonrisas y miradas francas, e imagino vuestros primeros pasos por el instituto, por estos pasillos, localizando los mejores recovecos o reteniendo en vuestra memoria la laberíntica disposición de los tres edificios del Villa. Algunos, la mayoría, llegasteis siendo todavía unos niños con miedos y expectativas de libertad tras los años de colegio. Otros os incorporasteis más tarde –en el Bachillerato- y, aunque con más edad, también entrabais colmados de ilusiones y temores. Hoy, todo lo aquí vivido (amores y desamores, riñas y halagos, éxitos y fracasos) empieza a transformarse en esa dulce y evocadora etapa que se verá camuflada por la jubilosa y siempre engañosa nostalgia.
Y así, recordaremos las interminables preguntas finales de Chércoles o sus singulares imitaciones, la mochila y la pelota de Paloma, el extraño suceso del autobús en la excursión a Italia, el laborioso vestido del proyecto de Mari Cruz o la cabeza del de Silvia, las carreras entre clase y clase de aquellos que mueren por un cigarrillo, las tardes de biblioteca estudiando filosofía y matemáticas, los bombones de Ángel-rellenos de afecto, ánimo y suerte-, algún que otro llanto por un suspenso, por un encontronazo o por un mal paso, alguna que otra reprimenda por retrasos y faltas, y alguna que otra risa por las meteduras de pata en el aula.
Personalmente, cuidaré con mimo todo el cariño y la paciencia que me habéis brindado a lo largo de estos difíciles meses para mí, ya que gracias a vosotros se han vuelto sencillos, confortables y hasta divertidos.
Y sin darnos ni daros cuenta estáis aquí, renovando miedos y esperanzas como aquellos primeros días de instituto. Al deseo de salir y buscar vuestro futuro, se une el desasosiego por la falta de certezas. El susto de la independencia que lucha contra las ganas de autonomía y determinación.
¿Sabré cuál es la meta? ¿Dónde estará mi lugar? ¿Qué asiento encontraré al llegar allí? Y…, lo verdaderamente valioso, ¿sabré escoger el camino? ¿Acaso será más difícil el encuentro que el extravío?
Me gustaría ofreceros una respuesta atinada, un abrazo firme que borre dudas y os resguarde del porvenir durante, al menos, unos días más. Pero ya no es posible. No hay respuestas. Solo vale andar, disfrutar del camino, aprender del extravío… y del encuentro.
Os invito a que deis el primer paso: decid adiós a este aparente y acogedor campo del Edén.
Sí. Aparente o fingido porque, en la distancia, este espacio y este tiempo serán una diminuta jaula de oro en la que entre luces y sombras solo pretendíamos que conquistarais el único paraíso deseado: ese lugar en el que podáis ser mujeres y hombres libres, honestos y felices. Si esas cualidades consiguen asomar a vuestra casa, nada debéis temer en el mañana.
Decía Vicente Espinel, por boca de su pícaro Marcos de Obregón, que no hay vida de cuantos andan por el mundo de quien no se pueda escribir una grande historia; a esto añado yo -a mi antojo- unas palabras de don Quijote, bien podrán los encantadores quitaros la ventura; pero el esfuerzo y el ánimo (para forjar vuestra gran historia), será imposible.
Lanzaos a los caminos.
Muchas gracias.
Buenas tardes, queridos alumnos y, siempre, protagonistas.
Me lo pone fácil André Bretón con sus bellas palabras, pues son estos los versos que resumen los deseos con los que me enfrento cada primavera a esta cita anhelada e inevitable.
Aunque mi voz tenga hoy ecos pasados o suene repetida, todo es mudanza; y esos cambios nos acercan esta tarde a vuestra despedida, que es única, y a un difícil ejercicio de valentía en el que a unos nos toca aflojar las riendas y a otros atreveros a vivir.
Aquí estamos, somos nosotros…
Contemplad sin rubor al que está a vuestro lado, a aquel que se sienta delante, o al otro que se encuentra más allá y al que quizás nunca hayáis dirigido palabras, miradas, sonrisas…
El destino -no tan caprichoso- os ha convertido en compañeros, en un nosotros tal vez no buscado; la historia acumulada –amparada en el engarce que hacen voces, gestos y gustos- en amigos que han crecido juntos durante los temibles años de la adolescencia.
Os contemplo ahora tan guapos y elegantes, engalanados con anchas sonrisas y miradas francas, e imagino vuestros primeros pasos por el instituto, por estos pasillos, localizando los mejores recovecos o reteniendo en vuestra memoria la laberíntica disposición de los tres edificios del Villa. Algunos, la mayoría, llegasteis siendo todavía unos niños con miedos y expectativas de libertad tras los años de colegio. Otros os incorporasteis más tarde –en el Bachillerato- y, aunque con más edad, también entrabais colmados de ilusiones y temores. Hoy, todo lo aquí vivido (amores y desamores, riñas y halagos, éxitos y fracasos) empieza a transformarse en esa dulce y evocadora etapa que se verá camuflada por la jubilosa y siempre engañosa nostalgia.
Y así, recordaremos las interminables preguntas finales de Chércoles o sus singulares imitaciones, la mochila y la pelota de Paloma, el extraño suceso del autobús en la excursión a Italia, el laborioso vestido del proyecto de Mari Cruz o la cabeza del de Silvia, las carreras entre clase y clase de aquellos que mueren por un cigarrillo, las tardes de biblioteca estudiando filosofía y matemáticas, los bombones de Ángel-rellenos de afecto, ánimo y suerte-, algún que otro llanto por un suspenso, por un encontronazo o por un mal paso, alguna que otra reprimenda por retrasos y faltas, y alguna que otra risa por las meteduras de pata en el aula.
Personalmente, cuidaré con mimo todo el cariño y la paciencia que me habéis brindado a lo largo de estos difíciles meses para mí, ya que gracias a vosotros se han vuelto sencillos, confortables y hasta divertidos.
Y sin darnos ni daros cuenta estáis aquí, renovando miedos y esperanzas como aquellos primeros días de instituto. Al deseo de salir y buscar vuestro futuro, se une el desasosiego por la falta de certezas. El susto de la independencia que lucha contra las ganas de autonomía y determinación.
¿Sabré cuál es la meta? ¿Dónde estará mi lugar? ¿Qué asiento encontraré al llegar allí? Y…, lo verdaderamente valioso, ¿sabré escoger el camino? ¿Acaso será más difícil el encuentro que el extravío?
Me gustaría ofreceros una respuesta atinada, un abrazo firme que borre dudas y os resguarde del porvenir durante, al menos, unos días más. Pero ya no es posible. No hay respuestas. Solo vale andar, disfrutar del camino, aprender del extravío… y del encuentro.
Os invito a que deis el primer paso: decid adiós a este aparente y acogedor campo del Edén.
Sí. Aparente o fingido porque, en la distancia, este espacio y este tiempo serán una diminuta jaula de oro en la que entre luces y sombras solo pretendíamos que conquistarais el único paraíso deseado: ese lugar en el que podáis ser mujeres y hombres libres, honestos y felices. Si esas cualidades consiguen asomar a vuestra casa, nada debéis temer en el mañana.
Decía Vicente Espinel, por boca de su pícaro Marcos de Obregón, que no hay vida de cuantos andan por el mundo de quien no se pueda escribir una grande historia; a esto añado yo -a mi antojo- unas palabras de don Quijote, bien podrán los encantadores quitaros la ventura; pero el esfuerzo y el ánimo (para forjar vuestra gran historia), será imposible.
Lanzaos a los caminos.
Muchas gracias.
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