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Buenas tardes, familias, amigos, compañeros. Y, especialmente, buenas tardes a vosotros, alumnas y alumnos de 2º de Bachillerato.
Bienvenidos todos a esta fiesta de graduación, una emocionante tarde del mes de mayo que pone fin a vuestro intenso y singular 2º de Bachillerato y que me encuentra, de nuevo, sorprendida ante el repetido milagro del itinerario de la vida.
Hace unas semanas, mientras corregía unos exámenes de la última lectura del curso, escuchaba una entrevista en la radio. El entrevistado no era alguien popular; pero, desde luego, era un deportista digno de serlo por su capacidad de superación. Este chico, postrado en una silla de ruedas tras un desafortunado accidente, respondió con un rotundo ‘la vida empuja’ ante la incredulidad del entrevistador por sus logros personales y deportivos. ‘La vida empuja’, pensé… ‘como un aullido interminable’ completé en silencio recordando los versos que José Agustín Goytisolo dedicara a su hija Julia.
No encuentro mejor reflexión para ofreceros en estos minutos.
La vida nos empuja. Así nacemos, empujando; y parece que a empellones saltamos de una etapa a otra sin tregua. Convertirse en adulto, que ahora se me antoja una mutación súbita y fulminante, es un proceso lento tan necesario como doloroso, sorprendente, aterrador y bello. Es un maratón en que lleváis inmersos años y del que hemos sido cómplices, con mayor o menor acierto, los que hoy compartimos este día con vosotros. Y así, la vida os empuja a abandonar la minoría de edad y os exige elegir, apartar y seleccionar todo aquello que forjará recuerdos únicos de una existencia singular e inmutable.
Pero, tranquilos, no voy a pediros que os bajéis de los tacones o que os aflojéis las corbatas porque ha llegado el momento de empezar a andar. No. Os habéis puesto vuestras mejores galas para daros y darnos un homenaje y, por eso, vamos a detenernos un instante en el descansillo de la memoria y saborear los años vividos en el instituto.
Este centro y sus más de cuatro paredes encierran ya vuestras alegrías y pesares, confidencias y murmuraciones, peleas y reconciliaciones… recuerdos inolvidables que os pertenecen pero que acrecientan también nuestro tesoro particular, aquel que va formando la imagen del IES Villa de Valdemoro: desde los miedos de aquellos que dabais los primeros pasos en la enseñanza secundaria y venías a un espacio enorme y desconocido en 1º de ESO, hasta aquellos otros que os incorporasteis en el bachillerato colmados de esperanzas y, tal vez, temores por no encajar en grupos ya formados en etapas anteriores.
Pero es quizás 2º de Bachillerato el curso en el que se concentran mayor número de inquietudes y sentimientos. Lo iniciamos con un cambio que os costó asumir: el aula materia. Las primeras semanas de septiembre todo fueron quejas, empujones en los pasillos, algún que otro despiste entre pabellones… finalmente vino la calma y todos acabasteis aceptando, incluso agradeciendo, aquellos paseos entre clase y clase.
Ese no fue el único cambio al que tuvisteis y tuvimos que enfrentarnos. La incertidumbre sobre la selectividad se mantuvo durante meses, hasta que le pusieron fecha y nombre, EVAU; y comprobamos que, en lo esencial, todo seguía igual.
Por lo demás, en todos vosotros quedarán los momentos de ansiedad y angustia por no poder con algunas materias; y el apoyo constante de Ángel, con consejos en el despacho, bombones de la suerte o ánimos en Twitter… porque …‘Todos tenemos un Ángel Nebreda’, tal y como reza una pequeña pintada en la corchera del aula C.1.8.
En mi memoria se quedan también mil anécdotas de clases y pasillos: los momentos ‘Iturralde’ con sus preguntas insólitas, las pocas ganas de Jaime para trasladar los ejercicios de su mente al papel; Andrea, con sus lecturas dramatizadas; Isabel, con sus relatos, Unai con su poesía; aquel divertido grupo que, con más voluntad que acierto, cantó por Cervantes al mal son de una pandereta el día del libro. Rosa, colaborando con su arte en la realización de carteles. El entusiasmo de Lucía, de Álex, de Saúl o de Carmen; la sonrisa de Natalia, las figuras de origami de Jia, el tesón de Silvia… ¡En fin! semblanzas de cada uno de vosotros que conformáis una nueva y particular generación.
Ahora sí… ahora sí va llegando el momento de que echéis a andar; que os quitéis los ropajes que os han cubierto y protegido durante esta larga primavera de la adolescencia; y estrenéis ropa nueva que facilite sin lastres el breve camino que os queda hasta la adultez.
Todos los que llevamos instalados en el mundo adulto algún tiempo, hemos necesitado años y experiencias para saber que parte de la felicidad reside en nuestra propia lucidez: descubrir nuestras aptitudes, reconocer nuestros límites y aceptar nuestras peculiaridades; por eso, vuestros padres y vuestros profesores hemos intentado daros las herramientas necesarias para que, con libertad, consigáis perfeccionar virtudes, superar limitaciones y pulir ciertas sombras…
Pero el camino hacia esa añorada felicidad necesita de vuestra acción, de vuestra curiosidad, de vuestra valentía.
Sapere aude! ¡Atrévete a saber! ¡Atreveos a saber!
Sed curiosos, buscad la lucidez.
Tomo prestados, para terminar, unos versos de Eloy Sánchez Rosillo que nos recuerdan que en la senda de la dicha se combinan luces y sombras.
Que la vida acostumbre
a ponernos el mundo del revés,
a golpearnos y zarandearnos,
o a sonreírnos mientras nos conforta,
es algo propio de ella, y en el fondo
hemos de agradecérselo.
Tan solo en el deseo o el temor
de esa rara alternancia
desigual y azarosa
lograremos ser nosotros, caminar,
y hallar la rosa o el abismo,
la noche negra, el alba repentina.
En la seguridad sin amenaza
no hay movimiento, no hay respiración,
risa o gemido, y en el pecho yace
una quietud que en mucho
a la muerte se iguala.
La intemperie es la casa verdadera,
abierta por completo y para siempre
a lo posible y lo imposible,
a las cosas del hombre,
con su fascinación y sus espantos,
con todo su dolor
y toda su alegría.
¡Muchas gracias y la mejor de las suertes!
Buenas tardes, familias, amigos, compañeros. Y, especialmente, buenas tardes a vosotros, alumnas y alumnos de 2º de Bachillerato.
Bienvenidos todos a esta fiesta de graduación, una emocionante tarde del mes de mayo que pone fin a vuestro intenso y singular 2º de Bachillerato y que me encuentra, de nuevo, sorprendida ante el repetido milagro del itinerario de la vida.
Hace unas semanas, mientras corregía unos exámenes de la última lectura del curso, escuchaba una entrevista en la radio. El entrevistado no era alguien popular; pero, desde luego, era un deportista digno de serlo por su capacidad de superación. Este chico, postrado en una silla de ruedas tras un desafortunado accidente, respondió con un rotundo ‘la vida empuja’ ante la incredulidad del entrevistador por sus logros personales y deportivos. ‘La vida empuja’, pensé… ‘como un aullido interminable’ completé en silencio recordando los versos que José Agustín Goytisolo dedicara a su hija Julia.
No encuentro mejor reflexión para ofreceros en estos minutos.
La vida nos empuja. Así nacemos, empujando; y parece que a empellones saltamos de una etapa a otra sin tregua. Convertirse en adulto, que ahora se me antoja una mutación súbita y fulminante, es un proceso lento tan necesario como doloroso, sorprendente, aterrador y bello. Es un maratón en que lleváis inmersos años y del que hemos sido cómplices, con mayor o menor acierto, los que hoy compartimos este día con vosotros. Y así, la vida os empuja a abandonar la minoría de edad y os exige elegir, apartar y seleccionar todo aquello que forjará recuerdos únicos de una existencia singular e inmutable.
Pero, tranquilos, no voy a pediros que os bajéis de los tacones o que os aflojéis las corbatas porque ha llegado el momento de empezar a andar. No. Os habéis puesto vuestras mejores galas para daros y darnos un homenaje y, por eso, vamos a detenernos un instante en el descansillo de la memoria y saborear los años vividos en el instituto.
Este centro y sus más de cuatro paredes encierran ya vuestras alegrías y pesares, confidencias y murmuraciones, peleas y reconciliaciones… recuerdos inolvidables que os pertenecen pero que acrecientan también nuestro tesoro particular, aquel que va formando la imagen del IES Villa de Valdemoro: desde los miedos de aquellos que dabais los primeros pasos en la enseñanza secundaria y venías a un espacio enorme y desconocido en 1º de ESO, hasta aquellos otros que os incorporasteis en el bachillerato colmados de esperanzas y, tal vez, temores por no encajar en grupos ya formados en etapas anteriores.
Pero es quizás 2º de Bachillerato el curso en el que se concentran mayor número de inquietudes y sentimientos. Lo iniciamos con un cambio que os costó asumir: el aula materia. Las primeras semanas de septiembre todo fueron quejas, empujones en los pasillos, algún que otro despiste entre pabellones… finalmente vino la calma y todos acabasteis aceptando, incluso agradeciendo, aquellos paseos entre clase y clase.
Ese no fue el único cambio al que tuvisteis y tuvimos que enfrentarnos. La incertidumbre sobre la selectividad se mantuvo durante meses, hasta que le pusieron fecha y nombre, EVAU; y comprobamos que, en lo esencial, todo seguía igual.
Por lo demás, en todos vosotros quedarán los momentos de ansiedad y angustia por no poder con algunas materias; y el apoyo constante de Ángel, con consejos en el despacho, bombones de la suerte o ánimos en Twitter… porque …‘Todos tenemos un Ángel Nebreda’, tal y como reza una pequeña pintada en la corchera del aula C.1.8.
En mi memoria se quedan también mil anécdotas de clases y pasillos: los momentos ‘Iturralde’ con sus preguntas insólitas, las pocas ganas de Jaime para trasladar los ejercicios de su mente al papel; Andrea, con sus lecturas dramatizadas; Isabel, con sus relatos, Unai con su poesía; aquel divertido grupo que, con más voluntad que acierto, cantó por Cervantes al mal son de una pandereta el día del libro. Rosa, colaborando con su arte en la realización de carteles. El entusiasmo de Lucía, de Álex, de Saúl o de Carmen; la sonrisa de Natalia, las figuras de origami de Jia, el tesón de Silvia… ¡En fin! semblanzas de cada uno de vosotros que conformáis una nueva y particular generación.
Ahora sí… ahora sí va llegando el momento de que echéis a andar; que os quitéis los ropajes que os han cubierto y protegido durante esta larga primavera de la adolescencia; y estrenéis ropa nueva que facilite sin lastres el breve camino que os queda hasta la adultez.
Todos los que llevamos instalados en el mundo adulto algún tiempo, hemos necesitado años y experiencias para saber que parte de la felicidad reside en nuestra propia lucidez: descubrir nuestras aptitudes, reconocer nuestros límites y aceptar nuestras peculiaridades; por eso, vuestros padres y vuestros profesores hemos intentado daros las herramientas necesarias para que, con libertad, consigáis perfeccionar virtudes, superar limitaciones y pulir ciertas sombras…
Pero el camino hacia esa añorada felicidad necesita de vuestra acción, de vuestra curiosidad, de vuestra valentía.
Sapere aude! ¡Atrévete a saber! ¡Atreveos a saber!
Sed curiosos, buscad la lucidez.
Tomo prestados, para terminar, unos versos de Eloy Sánchez Rosillo que nos recuerdan que en la senda de la dicha se combinan luces y sombras.
Que la vida acostumbre
a ponernos el mundo del revés,
a golpearnos y zarandearnos,
o a sonreírnos mientras nos conforta,
es algo propio de ella, y en el fondo
hemos de agradecérselo.
Tan solo en el deseo o el temor
de esa rara alternancia
desigual y azarosa
lograremos ser nosotros, caminar,
y hallar la rosa o el abismo,
la noche negra, el alba repentina.
En la seguridad sin amenaza
no hay movimiento, no hay respiración,
risa o gemido, y en el pecho yace
una quietud que en mucho
a la muerte se iguala.
La intemperie es la casa verdadera,
abierta por completo y para siempre
a lo posible y lo imposible,
a las cosas del hombre,
con su fascinación y sus espantos,
con todo su dolor
y toda su alegría.
¡Muchas gracias y la mejor de las suertes!