Como sabéis este año hemos dedicado las actividades del día del libro a dos grandes escritores de los que se conmemora el primer centenario de su nacimiento: el mexicano Juan Rulfo y la madrileña Gloria Fuertes.
En el concurso de relatos de 1º y 2º de ESO, los alumnos debían incluir en sus historias el siguiente poema de Gloria Fuertes:
La gente corre tanto
porque no
sabe dónde va,
el que sabe
dónde va,
va despacio
para paladear
el ‘ir llegando’.
Tras una larga deliberación, el jurado ha concedido un premio y dos accésit. Aquí os dejamos los tres relatos para que disfrutéis de ellos.
Ha resultado
ganador el relato La carta de Noelia García, alumna de 2º D de ESO
La carta
Hace dos semanas que murió, ya se celebró su
entierro y esta tarde tenernos que recoger sus pertenencias para luego
subastarlas…
-¡Bajad! Ya está la comida- oigo decir a mi
madre desde la cocina.
Cuando bajo me encuentro a mi padre ayudando
a poner la mesa con mi madre, a mi hermano mayor viendo la televisión y a mi
hermano pequeño jugando con el gato de la familia.
-¿Qué tal está la comida?- pregunta mi madre.
-¡Muy buena!- contestan mi padre y mis
hermanos.
-¿Qué te ocurre Leonor?- me pregunta mi
padre.
-Nada… es solo que…bueno, estoy pensando en
todos los recuerdos que se va a llevar cualquier desconocido cuando los
subastemos- respondo.
-No son recuerdos, piensa que solo son
objetos viejos que, si nos los quedamos, lo único que harían sería estorbar-
responde mi padre.
Suspiro.
-Bueno, si queréis, cuando lleguemos a la
casa donde están los objetos que se van a subastar, si queréis, os podéis
llevar algún recuerdo- contesta mi madre con ternura.
-¡Mirad! Yo me llevaré este libro titulado,
Viaje al centro de la Tierra- dice con entusiasmo mi hermano mayor.
-Pues yo me llevaré estos soldados de
juguete…-dice mi hermano pequeño.
-Ah, pues yo seguiré buscando en la planta de
arriba- respondo en tono aburrido.
Cuando llego a la planta de arriba,
desgraciadamente no encuentro nada interesante hasta qué descubro una trampilla
que llega al desván. Subo tras ella y lo único que encuentro son armarios,
sillas, ropa vieja…
Pero, de repente, me doy cuenta de que entre
las rejillas del suelo de madera hay una carta atrapada.
La cojo, la abro y en su interior descubro
que hay una fotografía y dos hojas dobladas cuidadosamente.
Primero, observo detenidamente la fotografía.
Son niños jugando en un jardín, hay tres niñas jugando a la comba y varios
niños jugando a las canicas; también hay una niña apoyada en un árbol con un
gato, a la vez que sonríe a la persona que les está fotografiando. “Se les ve
tan felices”, pienso.
Se nota que la foto es antigua por la
vestimenta y la calidad.
Guardo la fotografía en el sobre y saco uno
de los pálpeles. Lo leo. Resulta que es una carta escrita hace dos semanas y va
dirigida a mí, me dice que aproveche el tiempo con las personas que de verdad
merezcan la pena y también cuenta que cuando lea el otro papel lo entenderé.
Pero no pone de quién es.
Abro el otro papel y pone:
La gente
corre tanto
porque no
sabe dónde va,
el que sabe
dónde va,
va despacio
para paladear
el ‘ir
llegando’
Siempre estaré a tu lado, con cariño:
La abuela.
De repente noto como las lágrimas caen por mi
mejilla y me digo a mí misma:
“Gracias, abuela”.
Accésit concedido a Anna Alejandro Maldonado de 1º C de ESO
Anna Alejandro recogiendo sus premios de relatos y poesía. Recibe el premio de manos de su profesora de Lengua castellana Paz Lorenzo. |
En una calurosa
tarde de verano, esta singular tarde, mi abuela llegó de un largo viaje desde
Polonia. Estaba muy alegre por verla de nuevo, porque no la había visto desde
el verano pasado. Cuando llegó le ayudé a coger las maletas, y le ayudé a
instalarse en la habitación más cercana. Esta tarde, como mi padre estaba
trabajando, mi madre comprando y mi hermano Dani, el menor, de campamento, me
quedé en casa.
Mi
abuela me dijo que me quería contar algo muy importante… Yo, impaciente, me
senté cuando se disponía a relatar una extravagante, singular y hermosa
historia que me llenó de curiosidad.
-Hace mucho, mucho tiempo, cuando era una joven
muchacha como tú, yo fui al colegio y me enseñaron a leer, contar… pero lo que
más me gustaba era inventar mis poemas que influyeron mucho en mi vida tanto en
la profesional como en la cotidiana.
Los años pasaron y fui al instituto, allí fue donde
más poemas me inventé, cuando llegó el momento de estudiar la carrera que
eligiera, me tocó tomar la decisión que cambiaría mi vida.
Me encaminé a las letras, para llegar a ser una gran
poetisa, que era lo que realmente mi corazón me indicaba. Esa noche me paré a
pensar en mis viejos tiempos y escribí un poema:
Pero no pone de quién es.
Abro el otro papel y pone:
La gente
corre tanto
porque no
sabe dónde va,
el que sabe
dónde va,
va despacio
para paladear
el ‘ir llegando’
Escribí poemas con mucho éxito, como.
¿Cómo se dibuja un buzo?
¿Cómo se dibuja un cocodrilo?
El Guiriguirigos
Mata al tigre
Cua, cantaba la rana.
Al final, hijita mía, el amor siempre
llega, y me llegó el momento. Me enamoré perdidamente y tuve a tu padre y a tu
tía. Quiero que sepas que si algún día quieres escribir poemas como
yo…¡Escríbelos, relátalos, pero con los sentimientos!
Este año mi abuela Gloria Fueres
descansó en paz, con sus poemas.
Ahora tengo ochenta y nueve años y
ahora escribo, no con la cabeza, sino con el corazón, mi pequeño fragmento:
Los árboles hablan
la sinfonía del amor
quien oiga que hablas
está lleno de amor.
Accésit concedido a Lucía Figueroa Díaz
de 2º F de ESO.
Lucía Figueroa recibe el premio de manos de su profesor de Lengua, Diego Ribeiro. |
Una niña iba de la mano con su madre por la calle. Caminaba
despacio, con calma, mientras observaban como el resto de la gente corría e iba
con prisas. Como si todos llegasen tarde a algún sitio. La pequeña no entendía
por qué la gente siempre iba tan rápido, como si la vida fuese una carrera.
Entonces le preguntó a su madre:
-Mamá, ¿por qué la gente corre tanto?
A lo que la madre le contestó:
- La gente corre tanto
porque no
sabe dónde va,
el que sabe
dónde va,
va despacio
para paladear
el ‘ir llegando’
La niña se quedó callada unos segundos y, a
continuación, dijo:
-Entonces mamá, vayamos despacio, ya estamos
llegando.
La madre le sonrió y las dos siguieron andando
despacio hacia su destino. Y aunque la gente a su alrededor fuese corriendo, no
se dejaron llevar por ellos. Ellas sabían a dónde iban.
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