Para el certamen de poesía, los alumnos tuvieron que inspirarse en unos versos del poeta zamorano León Felipe, del que este año se cumple el 50 aniversario de su muerte. En el caso del concurso de relato, los alumnos debían incorporar en su texto un fragmento de Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, autora de la que se cumplen 200 años de su nacimiento.
Concurso de relato:
- Primer premio: ENZO ESPIÑO CORRAL, alumno de 1ºCE, por el relato Me desperté.
Enzo, leyendo su relato ganador, junto a Cristina (izq.), su profesora de Lengua. |
Me desperté con un intenso dolor de cabeza, ni siquiera podía sentir mi presencia dentro de la habitación inundada por la penumbra. Intenté abrir la puerta para buscar a mis padres y aunque lo conseguí, necesité mucho más esfuerzo que de costumbre. No encontré a nadie, pero no me importó, estarían trabajando como de costumbre. Estuve deambulando por la casa durante una hora; esperando a que el dichoso dolor de cabeza se disipara. Fui al baño y me miré en aquel espejo que tantos recuerdos me traía, ese espejo que había pasado generaciones reflejando rostros. Cuando me miré no vi nada extraño, aquel pelo castaño descuidado igual al de mi padre, los ojos verdes de mi madre y la expresión risueña que me acompañaba desde pequeño. Aunque no vi nada raro presentí que aquel día no iba bien. Salí al jardín para contemplar aquel barrio que me había visto crecer y de repente, recordé todo.
“Ayer estuve todo el día deambulando por la calle con él”. No recordaba su nombre, pero sabía que era mi mejor amigo; qué ironía… Recuerdo haber estado vigilando la ciudad con él desde los tejados, la paz que sentimos cuando subimos a la torre de la plaza y vimos todo por debajo nuestra sin ningún ruido irritante de la ciudad, y la adrenalina de la persecución policial unos minutos más tarde por las supuestas molestias que siempre provocamos. Y recordé esa noche, aquella noche.
Era una noche muy oscura para ser verano. Las nubes parecían presagiar una tormenta, y dije que más valía sentarnos, porque la lluvia, que se aproximaba…” No parece ser solo una simple lluvia”-me interrumpió mi amigo, y en respuesta a su frase, la naturaleza descargó una colosal tormenta con unos extraños relámpagos rojos se empezaron a acercar como si de imanes se tratara hasta que uno me alcanzó. Me impactó en el pecho y noté como una brutal y desconocida energía llenaba todas mis venas y arterias, noté un escalofrío de las uñas hasta el cerebro; y me desmayé.
No entendía nada, ¿Qué pasó con mi amigo que mi lado se encontraba? ¿Por eso me dolía la cabeza? ¿Qué eran aquellos relámpagos color escarlata? Nunca había visto nada igual, y lo más importante, ¿cómo sigo vivo? O, más bien, ¿estoy vivo? Esa ráfaga de dudas me inundó y me mareó. Unos minutos más tarde empecé a notar un colosal ardor en el pecho, rápidamente me quité la camisa y descubrí una marca parecida a un pentágono donde debió impactar aquel relámpago. Desde aquel entonces no volví a pisar aquella ciudad, escapé para buscar el significado de aquella marca y la solución a todas las incógnitas y problemas que ese maldito relámpago sangriento me ocasionó. Tenía miedo, pero era mi futuro lo que estaba en juego.
- Accésit: MARTINA RUIZ GONZÁLEZ, alumna de 1º FE, por su relato Secretos:
SECRETOS
Era una noche muy oscura para ser verano. Las nubes parecían presagiar una tormenta, y dije que más valía sentarnos, porque la lluvia, que se aproximaba traía más que campos de cultivo echados a perder. Estábamos todos juntos en la sala de estar, Sofía, Alberto y yo. Debíamos repartir las tareas. Sofía y Alberto irían al sótano a por mantas, leña y provisiones; Luis y yo cerraríamos a cal y canto la casa para que no entrara ni saliera absolutamente nada ni nadie. Mientras cerrábamos las ventanas y tapábamos los huecos en la madera, el silencio envolvía el ambiente y la tensión era palpable. Me resultaba incómodo, así que decidí romper el hielo. Pero en el momento en que abrí la boca, se oyó un estremecedor alarido proveniente del sótano, era Alberto. Bajamos raudos las escaleras, estuve a punto de tropezar. Sentía temor, preocupación, inquietud… pero una parte de mí sentía curiosidad. La casa en la que nos encontrábamos estaba abandonada, no vivía nadie aquí desde hacía cincuenta años. Nosotros estábamos de acampada, solo éramos unos jóvenes amigos a los que había atrapado una tormenta en una casa abandonada. Siempre nos contaron historias espeluznantes de este lugar, una pequeña pero poderosa parte de mí quería saber si eran ciertas.
Cuando llegamos, Sofía y Alberto estaban abrazados en un rincón mirando a la nada. Al darse cuenta de nuestra presencia, dijeron:
-Luis, beca, nosotros… ahí había… la pared se rompió… estamos aterrados-. Al terminar esas palabras señalaron una pared a nuestro lado. Fuimos a mirar y… en un hueco en la pared, rota a causa de la tormenta, había un ciervo muerto, desangrado. Entendía la causa del grito, pero lo que más me asustaba era que la sangre estaba fresca, demasiado fresca. No me dio tiempo a imaginar una teoría factible, porque en el piso de arriba se escucharon pasos chirriar en la madera. Una voz ronca, de hombre, susurró entre las grietas del suelo:
-Tenéis secretos, lo huelo, son oscuros -respiró por la boca haciendo un siniestro ruido-. Los secretos son malos, mataron a mi familia, debo ayudaros, haceros decir la verdad. Saldréis de aquí diciendo la verdad… o muertos.
Me quedé paralizada, no podía reaccionar, todos estaban pálidos. Sofía sollozaba, Alberto la abrazaba y Luis…. Luis tenía su misma mirada inexpresiva que ocultaba un cerebro trabajando a toda velocidad. Fue el primero en reaccionar:
-Creo… creo que estamos todos muy cansados, deberíamos volver a nuestras tareas. Esto… esto no es real.
-¿Pero qué estás diciendo? -bramó Sofía- no sé qué pensáis hacer, pero no me largo de aquí, ahí arriba hay un loco que va a matarnos.
Sin decir nada más, subió las escaleras y en el momento que abrió la puerta de salida, se oyó un grito y un cuchillo atravesó su espalda.
La puerta se volvió a cerrar y el hombre subió a la segunda planta. Nosotros salimos del sótano. Fui directa a Sofía, pero era tarde.
-No pasa nada, solo debemos decir la verdad -dije.
Todos dijeron algún secreto, pero ninguno la auténtica verdad. Pensando que había pasado todo, pusimos los sacos de dormir en el suelo y nos dispusimos a ello.
A la mañana siguiente todos amanecieron muertos, la tormenta había cesado, el viento era un suave brisa.
En la pared, escrito con un sospechoso líquido rojo, alguien había escrito: “Lo advertí, debían hablar con la verdad, pero no escucharon. Ahora, su único consuelo es que su secreto nunca será desvelado”.
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Concurso de poesía
- Primer premio: ESTHER GUADALUPE CONCHA, de 1ºEE, por el poema Se cuenta.
Esther, junto a Vanessa, su profesora de Lengua. |
¡Se cuenta!
Las piedras, se cuentan.
Las maravillas, se cuentan.
Las estrellas, se cuentan.
Todo aquello que gusta
puede hacerse realidad
y lo que no
provocar una verdad.
Una ficticia o histórica
breve o larga
bonita o fea
¡Se cuenta!
¡Se cuenta!
Se cuentan los amigos.
Se cuentan las buenas compañías.
Se cuentan los profesores.
Todo eso, se cuenta
Se cuentan las verdades.
Se cuentan las experiencias.
Se cuentan los sentimientos.
Todo eso que tú puedes contar,
todo eso, lo vives, lo sientes.
Todo ello, ¡Se cuenta!
- Accésit: MARTINA RUIZ GONZÁLEZ, alumna de 1ºFE, por Antes y después.
Martina, recibiendo el premio de manos de Diego, su profesor de Lengua. |
Antes del amor,
Hubo odio.
Antes del arcoíris,
hubo una tormenta.
Antes de tu sonrisa,
vi lágrimas caer por tus mejillas.
Antes de que el rocío,
resbalara por los pétalos de una Flor,
cayeron gotas de agua del cielo.
Después de la pena,
viene la alegría.
Después de un beso,
sigo sintiendo tus labios.
Después de un abrazo,
siento tu esencia
envolviéndome con sus brazos.
El amor, el odio,
la alegría, la pena,
una sonrisa, algunas lágrimas…
Una cosa no existe sin la otra,
como el día no existe sin la noche;
De la misma manera,
si deseas contar estrellas,
debes empezar contando piedras.