Por Sofía Morales Santamaría, Lucía Rodríguez Bravo y Lucía Mozo Pascual (3º ESO); Sandra Rodríguez Vega y Alejandra Sánchez de la Nieta (1º Bachillerato). Reportaje:
Lucía Mozo Pascual.Fotografía:
María Menchero.
La cafetería ha sido un sitio sagrado tanto para alumnos como para profesores desde su comienzo con la construcción del instituto Villa en 1986. Un lugar donde comprar un almuerzo de última hora o simplemente algo de picar, y aquí hago una mención especial a los deliciosos bocadillos de tortilla, lomo y bacon, por ejemplo, que se venden como rosquillas a los cinco minutos de haber empezado el recreo. Debido al COVID-19, el equipo de redacción de la revista decidió entrevistar a Manoli, una mujer trabajadora que lleva ya veinte años ofreciendo este servicio en nuestro instituto, e informarnos de las diferencias producidas en la cafetería a lo largo de los años y sobre el trabajo que desempeña.
Manoli nos cuenta que no tenía planeado dedicarse a la hostelería; de hecho, ha trabajado en una gran variedad de empleos diferentes anteriormente, pero esto no quiere decir que no lo disfrute. Añade, además, que le gusta mucho nuestro instituto. “Es uno de los mejores de Valdemoro, y no es porque me estéis entrevistando”. Tras una risa colectiva, continúa: “Yo siempre lo recomiendo cuando me preguntan”. Una de las cosas que más aprecia de su trabajo, nos cuenta, es relacionarse con las personas, un requisito indispensable dentro de su sector, independientemente de la edad, pues el trato es bastante similar. Lo único malo que encuentra es que termina con el olor de la cocina encima y quedarse por la tarde, ya que su horario solía ser hasta las tres, antes de que hubiera ciclos formativos en horario vespertino.
En cuanto a las diferencias producidas por la pandemia, lo que más destaca es el punto de venta, ya que ahora los alumnos no pueden pasar a la cafetería y deben realizar las compras en un puesto exterior habilitado en el recreo y, en caso de comprar un bocadillo, ir a la cafetería solo a recogerlo. También hay otras nuevas con el transcurso de los años, como los productos a vender, los cuales elige ella y le proporcionan diversos proveedores repartidos por Madrid, y el comportamiento de los estudiantes. Nos explica que es cierto que mayoritariamente se portan bien, aunque cada vez vienen más espabilados y exigentes. También la han intentado robar, pero es muy poco frecuente que ocurra y les acaba pillando. Un punto positivo, declara, es el nivel de confianza que tiene con ellos, ya que si prometen pagarla al día siguiente cumplen con su palabra.
Pienso que digo en nombre de todos que el instituto no sería lo mismo sin la cafetería. Por ello, queremos darle las gracias a Manoli, por su tiempo y su dedicación, y a las personas que se quedan en los puestos en el patio pasando frío para poder vendernos pequeños manjares que hacen nuestra vida escolar un poco más llevadera.