Acta est fabula
Querida Charlotte:
Charlotte, mi queridísima Charlotte, los revolucionarios han
llegado hasta mí. Ellos creen que son la salvación, pero ellos mismos empezaron
esta guerra civil sin sentido. Los revolucionarios siguen las reglas anticuadas
y terribles de mi padre Thimotée el grande, no se creen que fue el peor
dictador de la historia de este reino. Son más que nosotros y más agresivos,
intenté frenarlos en Kudrik junto a Magnus y nuestro quinto ejército, ya sabes.
Perdí un brazo y más de la mitad de mi ejército, eso se declaró una victoria
para ellos.
No sé si viste el anuncio del líder de los revolucionarios, Tom,
no paraba de decir el supuesto lema de su movimiento: “Un poderoso fuego es
solo la continuación de una pequeña chispa.” y se mofaba de nosotros como los
perdedores de Kudrik. Estoy dolido por la pérdida de mis soldados, siguieron
mis órdenes sin sentido y murieron, en vano.
Todavía recuerdo esa noche, no podías dormir por el pensamiento
de que me hubieran matado. Volví manco, pero vivo. Me fijé en tus preciosos
ojos llenos de horror en ese momento, en verdad nunca entendí tu preocupación
por llevar un ojo de cristal, siempre te viste tan hermosa como la primera vez.
Siempre me hará gracia cómo intentaste agarrarte a mi mano para luego recordar
que me faltaba y te ruborizaste de vergüenza, eres tan tierna.
Creo que en el fondo me parezco a mi padre, no en el
pensamiento, sino en las formas arrogantes que tengo. Estoy escuchando a los
revolucionarios reírse a mis espaldas ahora sabiendo lo que me van a hacer a continuación.
A Magnus le tienen preso y estoy también preocupado por él, pero no creo que le
maten ya que sólo es un guardaespaldas, como Paul y Patryck, y de ellos sí que
no tengo noticias, ni de ejecuciones ni de que hayan huido.
Me estoy quedando sin tinta y el verdugo ya está impaciente por
ejecutarme mientras los revolucionarios ríen como si fuera un espectáculo de
circo. En este momento recuerdo aquel día, en esta misma plaza, me tenían atado
con cuerdas para no moverme y tus gritos de dolor me partían el corazón. La
sangre de tus venas llegó hasta mis botas y esa fue la última vez que te vi.
Ahora dondequiera que estés, espero leer esta carta junto a ti.
Con amor.
Tord Lange.
El general Lange entregó la carta al verdugo mientras se ponía
de pie dejando que le atasen el brazo sin rebelarse. Había asumido que ese era
su final y que no había manera de cambiarlo. El verdugo hizo que el general se
arrodillara mientras le colocaba la tabla de madera por encima de su cuello y
la cerraba. De un momento a otro todos se quedaron en silencio mientras
escuchaban la agitada respiración del joven y el crujido de los guantes de
cuero del verdugo agarrando la cuerda que colgaba la cuchilla. Seguido de unos
segundos de silencio, el verdugo finalmente soltó la cuchilla que rebanó
limpiamente, como si fuera un cuchillo cortando mantequilla la cabeza del
general noruego, declarándose finalmente muerto. El verdugo dio la noticia
levantando su mano y soltando los guantes sobre el fallecido.
Acta est fabula, la función había terminado.
Jimena Álvarez López (2º J ESO)
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