Entrevista realizada por Lucía Rodríguez Bravo (4ºD), Sofía Morales Santamaría y Lucía Mozo Pascual (4ºF).
Como ya saben muchos, Esther Martínez, profesora de Educación Física en el centro, se jubila, y por ello decidimos desde la revista
Trizas hacerle antes de que se vaya una pequeña entrevista.
Sofía Morales: Como ya sabes, hemos venido a hacerte una entrevista porque te jubilas…
Esther: ¡Es noticia que me jubilo! -las entrevistadoras y Esther ríen-.
Lucía Rodríguez: Claro que es noticia. Después de tantos años.
L.R.: ¿ Cuántos años llevas trabajando en el instituto?
E.: A ver, en el instituto llevo veintiocho años y luego en otros centros también estuve trabajando, por lo cual mi vida laboral acaba con treinta y cinco años de docencia.
L.R.: ¿ Y cómo acabaste en este instituto?
E.: Pues terminé en este instituto porque yo vivía en Madrid, no tenía destino todavía pero me gustaba Aranjuez para vivir, porque es un entorno con mucha vegetación y yo quería que mis hijas se criasen en un lugar verde, por lo que nos fuimos allí y el sitio más cercano que me dieron fue Valdemoro. Con los años podría haber cambiado a Aranjuez, pero no he tenido esa suerte de poder cambiar y, al final, me quedé aquí porque me gustaba como funcionaba el centro, los alumnos ya me conocían y me encontraba a gusto.
Lucía Mozo: ¿Durante estos años de trabajo has aprendido algo, ya sea de los alumnos o de tus compañeros?
E: Claro, de los alumnos siempre se aprende algo, ya sean cosas buenas como no tan buenas. Todo lo que intentas resolver de problemas de los alumnos te da otra perspectiva y te das cuenta de que vivimos en un mundo totalmente diverso, y eso hay que aprender a llevarlo o tenerlo en cuenta. Es verdad que no es una enseñanza individualizada, es grupal, pero te permite conocer a tus alumnos y sus personalidades según su trabajo.
S.M.: Dinos cosas que te marcaron o anécdotas divertidas, raras, tristes…
E.: Pues anécdotas tengo muchas, sobre todo de los viajes de la semana blanca a la nieve que se realizaban hace años. Con los alumnos hay muchas anécdotas de cuando aprendían a esquiar, de lo bien que se lo pasaban… Esos viajes siempre suponían un cambio para los alumnos porque les ayudaba a madurar, cuando venían, venían bastante cambiados. Hemos tenido bastantes anécdotas de viaje, también por ejemplo cuando fui a Roma con alumnos: cosas que hacen los chavales que se te quedan grabadas y son luego para recordar.
L.R.: ¿Algún ejemplo que te guste en especial?
E.: Ahora que recuerde, alguna así que pueda contar… Por ejemplo, hubo un alumno que esquiando, era la primera vez que esquiaba claro, y estuvieron toda la mañana con el material puesto ya que tenían que aprender a ponérselo al principio. Y, a la hora de comer, que era en un restaurante, el chico llegó casi llorando diciendo: “Que me duelen los pies, que no puedo...” Y, cuando le miré, tenía las botas puestas del revés y se pasó toda la mañana así. Cosas así que, aunque dices “pobrecito”, pasas un buen rato. Y también que cuando te descuidas te liaban una en la habitación… Y eso, eso también es para lo que sirven los viajes: para “desparramarnos” un poquito. Y hay tantas que casi ni recuerdo.
L.M.: ¿Y ahora qué vas a hacer?
E.: Pues ahora voy a disfrutar de lo que la vida y el tiempo me regale, sobre todo estar con mi familia, viajar y visitar a mis hijas y ejercer de abuela.
L.R.: Durante tu recorrido laboral, supongo que habrá cambiado mucho tu manera de dar clase y tu perspectiva desde el principio hasta el final. ¿Quieres contar algo sobre eso?
E.: Efectivamente. Cuando empecé, tenía aproximadamente unos veinticinco años y además yo no aparentaba la edad que tenía. De hecho, cuando trabajé el primer año de interina en el instituto de Móstoles Juan Gris tuve que hacer guardia con otra profesora catedrática. Los alumnos estaban en el pasillo y yo estaba observando cómo se hacía sin haberle dicho yo nada de quién era, y, al mandarles para dentro, me confundió con una alumna y me mandó a mí también entrar a clase.
También, físicamente los años te van pasando factura. Por ejemplo, yo los cartílagos de las muñecas ya no los tengo, entonces me es imposible hacer un apoyo por el dolor.
Hemos ido cambiando la manera de dar clase para que sean más seguras, rebajando mucho el listón. Yo ya he tenido accidentes con alumnos y los deportes que suponen un riesgo los acabo quitando, por lo que antes había más deportes como saltos con minitramp, que se dejó de impartir en los centros porque, en la Comunidad de Andalucía, un alumno se quedó parapléjico. También, vas cambiando los contenidos. Ahora, veo que los chavales cada vez, desde el punto de vista locomotor y motor, vienen muy torpes y se nota que no se ha trabajado. También afecta que antiguamente estaban todo el día en la calle, hoy en día no. El objetivo de las clases es que los alumnos adquieran las destrezas básicas y que disfruten todo lo que puedan. (...)
Además, dar clase a treinta alumnos no es fácil, porque al fin y al cabo no todos te están escuchando, pero bueno, en general bien. La media mía de alumnos ha sido de más de trescientos al año, con dos horas a la semana en las que no hay una continuidad de clase. Por ejemplo, si una clase tenía una hora los lunes y otra los viernes. Ahora con tres horas a la semana seguramente se mejore en ese sentido.
En la vida, hay que coger lo que sea e intentar modificarlo o hacerlo lo mejor posible, y ya está.
L.R.: ¿Vas a echar de menos el instituto?
E.: A ver, lo voy a echar de menos, porque al final es como una segunda casa, pasamos aquí muchas horas, hay que cuidar el mobiliario, tener buena relación con los alumnos y profesores, etc. Hemos pasado más horas aquí durante nueve meses que en nuestra casa.
Pero tu cuerpo te acaba mandando y pidiendo que te cuides; yo tengo artritis, también afecta el estrés, ya que tenemos que estar con la antena puesta y atentos todo el tiempo en este trabajo. Pero bueno, yo estoy satisfecha y me voy feliz.