Se estableció una compleja telaraña de chivatazos con los teléfonos del hotel (tardamos poco en descubrir su funcionamiento, jaja), y en ese momento comenzó el tira y afloja de profes contra alumnos. Pero, al final, todo acabaría con un final feliz, sin contar con los enfados del tercer día, cuando nos quitaron los teléfonos (quizás, abusamos un poco de ellos).
Y visitamos lugares maravillosos llenos de encanto que nos dejaron a más de uno sin palabras. En el cabo da Roca, pudimos observar la inmensidad del océano sintiéndonos empequeñecidos ante la belleza de un paisaje irrepetible. Nuestro paseo, en Sintra, hasta el palacio de Pena... Aunque agotador y al final un poco decepcionante, muchos no llegamos a ver el palacio por motivos no gratos de recordar, pero nos mostró un paisaje impresionante, tanto por la flora autóctona como por las vistas que se nos ofrecían del pequeño pero encantador pueblo de Sintra.
Y llegamos corriendo a Mafra, casi con la lengua fuera, aunque al final no llegamos por los pelos. Disfrutamos de la fachada del majestuoso palacio-convento que da fama a la ciudad, dejándonos en el recuerdo, la que diría yo, mejor foto del viaje. Agradecemos este hecho a Ángel, uno de los profesores que nos acompañó, que además de estar con nosotros a cada momento, soportó nuestras excursiones nocturnas a habitaciones ajenas.